Incertidumbre democrática

Viendo y analizando distintos sucesos y avatares de los últimos años, en conjunción con los recuerdos históricos que pueden analizarse en los artículos que desarrollé en demarquía, creo evidente que estamos viviendo épocas de transformación política y social que ni siquiera controlamos.

El desarrollo industrial supuso un tremendo shock para la sociedad de finales de siglo XIX, pero sirvió para una transformación intelectual que dejó una huella destructiva con demasiados muertos y temores en la sociedad, que han servido de caldo de cultivo a nuevas propensiones que dirigen a las masas en oleajes tormentosos que en demasiadas ocasiones nos llegan a confundir, tanto!!!, que nuestras simpatías ideológicas pasan de un extremo al otro, en tan solo minutos.

No es que tengamos pocas ideas, o las tengamos poco fundamentadas, simplemente es que sabemos lo que queremos, pero no podemos hacer nada para conseguirlo y se nos engatusa con ideas y conceptos en los que un hombre (o una mujer, para que no me tilden de misógino) es un voto y eso compone nuestro sistema de gobierno. Simplemente es una falácea que nos conforta a medias y nos convence menos cada día y muy probablemente es lo que hace que corrientes pasajeras nos turben y aconsejen en nuestro interior, auto-promesas incumplibles.

Así, son decenas de historiadores los que dejan evidente que Cataluña nunca fué independiente, de nadie, y que el Tratado de Utrecht, lo que hizo fué dejar en evidencia a los Ingleses, frente a los Catalanes, que confiaron en que les ayudarían a perseguir ese sueño de independencia, y a la hora de la verdad los abandonaron, pero da igual, al pueblo catalán le han contado una historia completamente distinta, que a fuerza de repetirla incluso, algunos se la creen, o aparentan hacerlo y, en el resto de España?, pues tampoco interesa mucho conocer la verdad, puesto que deja sin sentido los propósitos de nacionalización de Gobraltar, …resultado: confusión y aceptación de toda clase de ideas, incluso separatistas y rompedoras de la unidad de un País, puesto que según esos grupos, esas sí, parece ser, pueden permitirse, porque somos un país democrático y eso, en ese caso, si lo permite la Constitución, pero si lo que se pretende defender, es la idea de un país unido, manteniendo los propios conceptos que se pretendieron con la unión de las dos casas reales de Castilla y Aragón, hace quinientos años, pues, entonces, se es reaccionario, poco demócrata e incluso fascista.

Al final, escribiendo esto, me doy cuenta de que los tiempos cambian, pero las ideas no y me veo resucitando viejas ideas e historias del siglo XIX, cuando la España colonial se caía a pedazos, producto de los intereses de privilegiados que disfrutaban de unas fortunas en colonias de las que fueron poco a poco desprendidos, mientras observaban desde sus cúpulas de cristal, en los pasillos palaciegos, la pobreza y sinsabores del pueblo, que como ahora, sigue implorando por la salud, la enseñanza, las pensiones, el trabajo, etc…; sin que parezca que a nadie le interesan esos temas, salvo que se acerquen las afamadas elecciones, ya que entonces todo se traduce en promesas, cientos de promesas de buena voluntad, cuando no mezcladas con frases lisonjeras para sus propios oídos claro, evitando cualquier compromiso, pero dejando claro, lo mal que lo están haciendo los demás partidos, o lo mucho que «corre mi caballo», sin ninguna justificación incluso por no haber resuelto las promesas inferidas en las anteriores votaciones.

Llega un momento en que da igual que si hablamos de la derecha o la izquierda, el arriba o el abajo, si no se piensa como indica cada uno de los partidos, puedes ser valorado directamente de «fascista». Si, si no puedes con la «casta», pues te unes a ella y listo. Sálvese quien pueda y una vez se alcanza la esquina…, salvados!!!

Sirva un ejemplo, cuando llega la cercanía de las elecciones, todos los partidos, menos los que tienen una representación suficiente, que los ha llevado al gobierno, piden un cambio de la Constitución, pues se sienten vilipendiados con el sistema de reparto, pero cuando están en disposición de hacerlo, ninguno toma la iniciativa para hacerlo, pues por algo están, precisamente, ahí, gracias a lo que criticaron.

De hecho, nuestro sistema, creo que debería denominarse «partitocracia», ya que el pueblo, ciertamente no escoge a sus gobernantes, sino que escoge a los partidos que les van a gobernar. Es cada partido quien decide quienes de ellos serán los que ejerzan esa misión, pero de eso, que es materia de mucha discusión, hablaré otro día.

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