El primer despertar de Oriente

Resultado de imagen de atilaDurante muchos siglos, la historia de Oriente se escribió bajo la batuta de las invasiones Occidentales, con muy variados principios e intenciones. Las primeras relaciones, se basaron en el comercio, pero ante tanto esplendor, desconocido para Occidente, tanto en las artes como en la cultura, se decidió prácticamente de forma unánime la invasión de Oriente. No fueron muchos los siglos que debieron pasar para que las primeras reacciones se mostraran en forma de resarcimientos y venganzas de las que, ciertamente tuvo un protagonismo muy especial el personaje que nos ocupa. Quizás de no haber existido, la historia hubiera tenido que inventarlo.

Atila, (406 a 453) era hijo de Mundzuck, Jefe de los Hunos y llegó a ser conocido en el mundo Romano como «El azote de Dios» Su territorio se extendía desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro y consiguió con su tenacidad, osadía y cierta impaciencia, gestas militares que empezaron sometiendo a los Herulos, a los Escitas, a los Gépidos y otros muchos pueblos o por mejor decir tribus, que componían las vastas estepas de lo que en ese momento se conocia como «el resto del mundo», puesto que «el mundo» era propiedad del Imperio Romano, y así,  con sus muchas victorias, consiguió reunir un ejército de más de 700.000 hombres, ávidos todos ellos, de sangre y botín.

Resultado de imagen de atilaDerrotados también los pueblos, bárbaros, suevos y alanos, decide enfrentarse al poderío romano, pero sabedor de sus intenciones y conocedor de su fama de despiadado vencedor, Teodosio II, trató de evitar la confrontación, nombrándole General de su Ejército, con una pensión de 700 libras anuales; esta oferta alentó los ánimos de Atila, al considerarla como una debilidad y arremetió contra el Imperio de Oriente, llegando hasta las Termópilas. Turbado Teodosio II por la reacción de Atila, le ofrece aumentar su pensión (para Atila era un tributo) a mil libras y el derecho al libre comercio hasta orillas del Danubio. Agraviado Atila por esta nueva oferta, arremete contra Naiso, Sárdica, Marcianápolis y otras ciudades, en las que sus hordas entraron a sangre y fuego, cometiendo las más bárbaras atrocidades.

Ávido de más triunfos, dirige sus ejércitos hacia el Rhin, atacando a su paso, las ciudades de Metz, Togrés, Reims y otras dejándolas totalmente arrasadas, ejecutados la mayoría de sus habitantes y dejando los campos totalmente arrasados. Fue tal la ferocidad que infringía en todas sus conquistas, que se ganó a pleno pulso el mote con el que pasó a la historia,

Resultado de imagen de santa genovevaMilagrosamente, París se salvo de las garras, de este despiadado guerrero y sus hordas, merced, a las súplicas y llantos de una niña, llamada Genoveva, (más tarde, Santa Genoveva Patrona de París) que cuando sus habitantes huían desconcertados, logró reunirlos y organizar la defensa y salvar la plaza.

El mote del que tanto gustaba usar al propio Atila, se debe a un campesino, quien al preguntarle: quien eres  tú?, le contestó:  «donde pisa mi caballo, no vuelve a crecer la tierra», a lo que el campesino le apostrofó, sois pues, «El Azote de Dios». Con tal sobrenombre ha pasado a la Historia.

El Ejército romano, al mando del Prefecto Flavio Aécio, aliado con Teodorico I, al mando de los visigodos españoles, y de Meroveo, al mando de los Salias, pretendió detener el avance de Atila, pero este les presentó batalla en los Campos Catalúnicos, cerca de Chalons-Sur-Marne, donde podía maniobrar mejor con su caballería. Fue la batalla más sangrienta hasta entonces conocida en la Historia, pues se calcula que los muertos sobrepasaron de los 300.000. Durante varios días, los resultados fueron alternativos, pero al fin, Atila fue derrotado y tuvo que refugiarse en la Panonia.

A pesar de su derrota y alegando que se le había negado la mano de Honoria, mujer de la que había prendado, Atila reagrupa sus hordas y reinicia la campaña ocupando la Galia Cisalpina, entrando, como siempre, a sangre y fuego en la ciudad de Aquiles, dejándola totalmente arrasada, despavoridos sus habitantes huyeron, refugiándose en la desembocadura del río Pó, donde aprovechando sus inmensas lagunas, fundaron la ciudad de Venecia.

Resultado de imagen de PanoniaMuchos fueron los Obispos y Clérigos que costó a la Iglesia, su intervención para salvar a Occidente, pero esto unido a las derrotas que Aecio ocasionaba a Atila, con una especie de guerrillas por él organizadas y la providencial intervención del Papa San León, se pudo convencer a Atila para que abandonase las armas, y tras pagarle una importante suma, junto a Honoria como dote añadida, se volvió a sus antiguos dominios, salvando, de esta forma, la soberanía de Italia.

Al poco tiempo, con motivo de su matrimonio con una robusta germana, murió en la misma noche de bodas, llevándose a la tumba el poderío de sus hordas y su fama de sádico, cruel y devastador, pocas veces superada.

Se establece desde entonces una paz poco sólida pero comprometida, que da paso a una larga y evidente y además beneficiosa era del comercio e intercambio industrial. Esta dura no llega a los ocho siglos, hasta que de nuevo Oriente siente necesidad de ampliar sus territorios de influencia y lo hace a través de un personaje tan cruel y despiadado como lo había sido Atila.

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Gengis Kan

Gengis-Kan. (1162 a 1227) es el caudillo Oriental de mayor influencia y capacidad de convicción en lo que se denominaba el IMPERIO MONGOL.

Su verdadero nombre era Temutchin y a los trece años heredó a su padre, condición que algunos Jefes de las tribus heredadas, aprovecharon para mostrarle su infidelidad, pero que Gengis Kan, pese a su corta edad, no tardó en convencer por la fuerza y así tras vencer a los Taijutos, quiso darles un escarmiento que sirviera de ejemplo y arremetió contra ellos con verdadera saña, cometiendo toda clase de atrocidades.

Aliado con Oung-Kan, ataca a los Maimanos y a los Barquinos a los que tras vencerles, desató su furia aplicándoles los más severos y brutales castigos. Receloso de la fidelidad de Oung-Kan se enfrenta a él, y le vence en la batalla de Tula. Tras darle muerte, se apodera de su reinado, aniquilando brutalmente sus ejércitos.

En el año l206, se alía con las tribus tártaras, tomando el sobrenombre de «Gengis-Kan» (poderoso señor), con estos nuevos aliados, ataca la China Septrentional, derrotando a Kitanes y Manchures, a los que, como de costumbre, aplicó los más severos castigos y despiadadas atrocidades.

Sus dotes de estratega eran parejos a sus instintos sádicos, pues a él se debe la mayor operación bélica conocida hasta aquellos tiempos; tras un acertado despliegue de sus ejércitos, ataca y conquista el Imperio de Karhexm, Ahherbeijan, Chioran, Georgia, y los territorios de la Crimea actual, dejando en cada batalla la huella de su brutalidad y desolación, por las que había alcanzado tanta fama. Ávido de más victorias, continúa su campaña, arrasando cuanto encontraba a su paso, ataca Bulgaria y cuando ya todo Europa estaba aterrorizada por la presencia de tan brutal guerrero y sus vandálicas hordas, milagrosamente y sin que se sepa el verdadero motivo, abandona la campaña y regresa a sus antiguos territorios. Con ello se salva Europa de las bárbaras y sanguinarias garras de este feroz cabecilla.

Corría el año 1227, cuando bajó a la tumba el que fue el mayor estratega de Oriente, pero a su vez, el más feroz, brutal y encarnizado Caudillo, llevándose consigo el dominio del mayor Imperio conocido.

Dos siglos más tarde y tras dos mil años de olvido, aparecen de nuevo los ideales comunistas, pero eso pertenece a la próxima historia.

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