
Hablar del nazismo es hablar de Adolf Hitler (1889 a 1945). Nació en Braunau (Austria), y a los 16 años deja los estudios y se traslada a Linz, matando el tiempo dibujando y pintando, incluso al parecer proyectaba componer una Opera que había titulado «Wieland el Herrero». En 1907 se traslada a Viena, donde continua en su afición al dibujo, al que podía dedicarse gracias a una pequeña herencia que había recibido. Se ha comentado como posible causa de su odio a los judíos, la afición a la lectura de la Revista «Ostara», la cual era editada por el fundador de «Nuevo Templo», cuyo emblema era, la cruz gamada en rojo, sobre campo de oro. En 1909, agotada ya la herencia y sumido en la miseria, es acogido en el Asilo de Meidling, en donde sobrevive pintando tarjetas que sus compañeros le ayudan a vender.
La herencia de su tía Pölzl, le permite instalarse en el «Startseite für Männer» (Hogar para Hombres), en cuyas tertulias, se inicia en la habilidad que demostró desde entonces, para espetar exaltadas arengas. En 1913 huyendo de su incorporación a filas, se traslada a Münich, donde es localizado por la Policía y en atención a su carencia pecuniaria le es permitido pasar reconocimiento en Salzburgo, con el resultado de «Inútil Total, por extrema debilidad». No obstante, en 1914, estallada la Primera Guerra Mundial, se presenta voluntario siendo destinado al Segundo Regimiento de Infantería.
Su participación en la guerra, fue la de un valeroso patriota, pues por su heroico comportamiento se le concedieron dos Cruces de Hierro; ascendido a cabo y fue herido por dos veces, pero no pudo ser ascendido a suboficial, dado que, en opinión de su Teniente, su desaliñado porte, no podía causar respeto a los soldados. Terminada la guerra, pasa a una sección denominada «Vertrauten» (Hombres de Confianza) a las órdenes del Capitán Mayr, que más tarde sería victima de sus atrocidades, en un campo de concentración.
Su incursión en la vida política, se inicia con su ingreso en el Partido Obrero Alemán y en muy poco tiempo, se le nombra director de la Sección de Propaganda. En febrero de 1920, presenta al Partido un programa que, en lo político, básicamente propone, lo que se convertirá en sus líneas maestras de actuación: la anulación del Tratado de Versalles y la depuración de la sangre aria. Formarán parte fundamental del contenido de sus exaltados monólogos, añadiendo a las ideas filosóficas, la nada desdeñable proposición de recuperación de las colonias. En lo social, declara como objetivo, la participación obrera en los beneficios empresariales, seguro de enfermedad y de vejez, re-parcelación de latifundios en favor de los campesinos, ampliación de la enseñanza, pena de muerte para los especuladores etc…
Su hegemonía en el partido, era cada día más patente, hasta que consiguió la unificación de su partido y el Partido Obrero Alemán Nacional-Social, pasando a denominarse, «Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei» (Partido Obrero Alemán Nacional Socialista) ó NAZI, contracción alemana del Nacional Socialismo, ó «Partido NAZI» por antonomasia.
La desastrosa situación económica que en aquellos momentos soportaba Alemania, debida a su derrota bélica en la Primera Guerra Mundial, y las condiciones de la devolución de la «deuda de guerra» a los vencedores, pactada en el armisticio o Parto de Versalles, unida al trato que recibía de los vencedores, fue el caldo de cultivo que propiciaron los éxitos de Hitler. Los alemanes, desorientados por la galopante inflación y los desorbitados impuestos que pretendían cobrar los vencedores, desesperaban por que alguien lograse refrenar tan caótica situación, de tal modo que pronto vieron en las exaltadas arengas de Hitler, cada vez más grandilocuentes, una salida factible y empezaron a confiar en él y a no tardar, a entregarse sin reservas a sus proyectos. Gentes de todas las clases sociales, tanto trabajadores, como empresarios, así como altas personalidades políticas, militares e incluso de la nobleza alemana, aportando, no solo su apoyo moral, sino también, importantes cantidades de dinero, sin que alguno de ellos llegase a imaginar, ni aun en sueños, que a pesar de su colaboración, sus días acabarían en un campo de exterminio.

En junio de 1921, se hizo nombrar Presidente del Partido «NAZI» y en Agosto creó la milicia secreta «Sturmenbteilungen», las celebres «SA», cuya Jefatura entregó al Capitán de Aviación Göering, que la organizó como un potente ejército, en pequeño, pero que con el tiempo, llegó a ser casi tan importante como el Ejército regular, debiendo hacer notar que en ese momento la SA no formaba parte de las fuerzas públicas o del ejército alemán, era una fuerza personal del partido NAZI. La SA, fue destinada a proteger a Hitler en sus actos públicos y para provocar violentas luchas callejeras, era algo así como su propia Guardia Pretoriana particular.
A finales de 1923 ocurrió un hecho muy singular que cambió el rumbo de la historia: el Ministro del Interior, Von Kahr, había convocado una reunión a la que invitó a las más altas personalidades de las instituciones del país; esta reunión tan protocolaria, causó el recelo de Hitler, que tomando a su tropa de las «SA» con uniforme de campaña, las colocó con todo sigilo alrededor del edificio y él, vestido de levita y colgando todas sus condecoraciones de guerra sobre el pecho, acompañado de Göering, irrumpió en la sala disparando al aire, al grito de !La Revolución Nacional ha estallado¡, !Seiscientos hombres han ocupado la sala¡, la sorpresa fue morrocotuda y la exageración causó su efecto.
Encerró en una sala a Kahr, a Lossov y Seisser y mandó llamar al General Ludendorff, al poco volvió a la sala para anunciar la composición de un nuevo gobierno, en el que él sería el Presidente y Ludendorff Jefe del Ejército, espetando a los concurrentes, «Mañana habrá un nuevo Gobierno Nacional o moriremos todos en el empeño».

Como el tiempo corría y las cosas no salían como esperaba, quiso organizar una gran manifestación en la que se le uniera el pueblo; al amanecer, junto con Göering, y sorprendentemente con Ludendorff, a la cabeza de su tropa, que ya había sido cercada por el Ejército regular, salió a la calle y contrariamente a lo esperado, el Ejército empezó a disparar, alcanzando a Göering, que cayó desplomado y junto a él cayó Hitler, que creía había sido alcanzado; de los tres, solo Ludendorff salió ileso,. En la confusión Hitler fue rescatado y escondido en una casa de campo, en la que, atendido por un médico de las «SA,» le pronosticó la luxación del hombro izquierdo.
Detenido Göering junto con los cabecillas del Partido, y más tarde también Hitler, fueron juzgados en Abril de 1924, siendo la sentencia completamente explícita, fueron condenados a cinco años de prisión y el Partido Nacional Socialista disuelto. Durante este encierro, escribió su libro «La Lucha«, con ayuda de Hess, que actuaba de escribano. A su salida de la prisión en Diciembre de ese mismo año, volvió a organizar el Partido Nacional Socialista y la milicia de las «SA», ambos cada día más numerosos.
Años más tarde hubo un conato de insubordinación por parte de las «SA», que logró dominar, pero desconfiado, organizó la célebre «Schutz-Staffel» conocida por «SS», al mando de Himmler, quien en 1933 organizó la «Gestapo», para perseguir a los desafectos al régimen, cualquiera que fuera su cargo. Al mando de ambas organizaciones, Himmler, protagonista fundamental en la organización de la persecución de los desafectos, el espionaje, las ejecuciones y los campos de concentración, aplicando en ello los métodos más inhumanos.
Como la situación económica de Alemania no mejoraba, antes al contrario, más bien empeoraba, ésta daba más prestancia a los, cada vez más grandilocuentes discursos de Hitler, por lo que en las elecciones de Septiembre de 1930, consiguió 6.500.000 de votos y en las de Julio de 1932, alcanzaron la cifra de 15.000.000, que lo situaron en la primera fuerza política del País, por la vía !democrática¡.

El Presidente de la República, Mariscal Heindenburg, en Enero de 1933, nombró a Hitler, Canciller del Reich; en el gobierno que formó, incluyó al Capitán Göering, como Ministro del Interior, ascendiéndolo a General, con la excusa de que tenía que organizar el Ejército del Aire, y a Himmler le nombró Jefe de Policía.
A finales de 1933, Hitler, convertía en oficiales las estructuras paramilitares que había creado y de ese modo contaba con una milicia «SA«, unas tropas «SS» y la «Geheime Staatspolizei» ó Policía Secreta del Estado, por contracción «Gestapo«, todos ellos equipados con un sofisticado material bélico, cuyos efectivos se calcularon en más de 700.000 hombres frenéticamente fanáticos, además de un Sindicato, el Servicio de Trabajo, las Juventudes Hitlerianas, un himno y una bandera, y por si fuera poco, reclutó una especie de «Comisarios Políticos», cruzados de su propaganda, infiltrados entre todos los órdenes sociales, de tal modo que en cualquier reunión de no más de tres personas, podía haber un Comisario infiltrado.
Bien caro lo pagarían los que le auparon hasta el Poder, pues solo un mes más tarde de su toma de posesión, alentadas las «SA» recrudecieron la persecución de los judíos y desafectos al régimen de forma tan feroz y cruel, que una vez más, dejó patente el sádico fanatismo de esta fuerza. Creo los campos de exterminio, suprimió la libertad de palabra, el secreto postal, el derecho de reunión, todos los partidos políticos (excepto el «nazi») y declaró a los judíos raza inferior, a la que había que eliminar.
En la primavera de 1934, las «SA» por su cuenta, organizaron una brutal revuelta, contra los judíos, capitalistas y mandos del Ejército; exacerbados los militares, y las «SS», por lo que entendían un acto de indisciplina, tocaron a rebato y atacaron de forma despiadada a las «SA», y a su vez los «SS», a los judíos y disidentes, causando una verdadera debacle. Las SS, en premio, asumieron el mando de toda la milicia, la Policía y la «Gestapo».
A la muerte en 1934, del Mariscal-Presidente Himdenburg, unifica los cargos de Presidente y Canciller, refuerza la industria alemana, para dotar a sus Ejércitos del mejor material bélico, ocupa a Renania y establece el servicio militar obligatorio, dejando boquiabiertos a los Generales. En 1937 firma el Tratado de «Berlin-Tokio-Roma» y asume el mando supremo de los tres Ejércitos. Con todo ello, aquel inútil total, que no podía ser suboficial por su desgarbado porte, se convertía en Presidente-Canciller y Generalísimo de los Ejércitos del Imperio Alemán.
Anexionada Austria al Tercer Reich, es recibido en Viena, con nutridos desfiles, pomposos discursos, y lujosas veladas, pero detrás de toda esta parafernalia, se escondía, su ya inveterada costumbre de persecución despiadada contra los judíos y los desafectos al régimen, con los que engrosar los campos de concentración.
Del resto de la historia, ya se ha hablado tanto poco habrá de decirse, pero en el contexto que nos ocupa, nunca podrán valorarse todas las consecuencias, de una mente humana en el paroxismo de un fanatismo irracional, que dio lugar a la muerte violenta de cerca de 30 millones de ciudadanos, de entre los 84 millones de combatientes y de los casi, mil millones de pacíficos ciudadanos que tuvieron que soportar el infierno de una descabellada guerra. Finalmente el 30 de Abril de 1945 el causante de tanto holocausto puso fin a su vida en el sótano de su Cancillería, cerrando así el negro capitulo, de la mayor barbarie conocida en la Historia.
De todo lo descrito, el Hombre, podía tener un referente al que agarrarse para intentar mejorar su presencia sobre este planeta, por que esto que he comentado forma parte de la historia del mundo occidental, con una implicación que los tiempos y la tecnología hicieron mundiales. No abundaremos en la historia de los tiempos en Oriente, hasta este mismo punto, pero resulta cuando menos similar en cuanto a sus consecuencias. Solo podemos sacar de todo ello un denominador común, «la historia del hombre siempre a considerado que la salida a sus problemas se resuelve mediante guerras, que cuando menos, desde un punto de vista prosaico y pragmático, al menos disminuye de forma drástica el número de gente que necesita comer y por tanto, los recursos que restan, dan para poder alimentar a la población restante, hasta la siguiente guerra«.
