Está en la propia naturaleza del hombre la que le impone una serie de necesidades «primarias», como alimentarse, protegerse y procrearse, que, al menos en un principio, obtiene gratuitamente de la naturaleza con su esfuerzo, aunque habrá de reconocerse que muy probablemente sea el más torpe para conseguirlo, dentro del reino animal, pero las culturas más primitivas, debieron seguir el método que persiste en los animales libres de la selva, pero a medida en que la comunidad fue creciendo, el uso del razonamiento complejo, que diferencia al hombre, del resto animal, lo hizo evolucionar creando lo que pueden llamarse necesidades «secundarias», tales como el calzado, los muebles, la vivienda, etc., que le iban a proporcionar una existencia más cómoda, pero que como contra prestación, le iban también a exigir, un mayor esfuerzo personal, o «esfuerzo suplementario».
En la primera fase, con su esfuerzo consigue todo lo que consume, pues se trata de la propia subsistencia, pero ya en la segunda, parte de su esfuerzo ha de dedicarlo a la adquisición de esas comodidades, lo que le lleva a una condicional o diatriba entre hacerlo a través de su propio esfuerzo o paga por el esfuerzo de otros, lo que significa incluir en ese costo, tanto el trabajo de otros, el beneficio que representa por prescindir de ese bien, más los costos añadidos para los mediadores en la transacción, lo que nos lleva directamente al concepto básico del «sobre-valor» o lo que es lo mismo, la «plus-valía«.
Pero no termina ahí la conceptuación de necesidades del hombre, ya que al constituirse en agrupaciones o sociedades organizadas (comunidades, pueblos, ciudades, etc…), nace otra exigencia que constituyen las necesidades «terciarias», que son necesidades ya no personales, pero si indirectas por lo que afectan al colectivo y a la vida de relación, tales como su defensa, la justicia, el orden social y los sistemas de convivencia, que son los que completan ese sobre-valor o plus-valía.
De lo que se infiere, que cuando el hombre compra algo, sea el objeto que sea, solo compra esfuerzo o trabajo pretérito, en el que va implícito un sobre-valor, que ha sido generado en razón a ese esfuerzo. Ahora bien, si a efectos de una dialéctica económica se pretende ser más explícito, pueda aplicarse la tesis del T.I.R.: todo producto está compuesto por Trabajo, Impuestos y Renta. que son los elementos que componen el P.I.B. (Producto Interior Bruto) de un País cualquiera.
Para Marx, la Plus-Valía es la diferencia de la venta a la compra, pero hay que hacer mención a una peculiaridad de consideración, cuando la diferencia la calcula el capitalista sobre la Fuerza de Trabajo, se llama «Sobre-trabajo», «Cuota de Explotación», «Trabajo no Pagado» o «Cuota de Ganancia» El planteamiento en que basa su teoría a lo largo de su obra «El Capital» y otros escritos, es el siguiente:
Supongamos que un trabajador, en una jornada de 12 horas, produce 10 kilos de hilados y el empresario los comercializa así:
| 10 kilos de hilados | 260€ |
| Desgaste de brocas y mantenimiento de materiales | 60€ |
| Fuerza del Trabajo | 40€ |
| Total del costo de producto | 360€ |
| Plus-Valía: Cuota de Explotación o Cuota de Ganancia (100% sobre Trabajo) |
40€ |
| Precio de Venta | 400€ |
| Impuestos (20%) | 80€ |
| Precio de Venta al Público | 480€ |
Siguiendo a Marx, si la Plus-Valía, se calcula sobre el capital desembolsado, la denominará simplemente «Ganancia», pues reconoce que «Esta es la más usual y para ciertos fines, en efecto, es la más indicada», (Salario Precio y Ganancia). Con todo ese detalle, poco queda aclarada la cuestión, puesto que con lo que percibe el trabajador, no solo tiene que atender las necesidades primarias y las secundarias, sino también las terciarias, los impuestos, los cuales también se hallan implícitos en la fuerza de Trabajo del algodón, de las brocas y accesorios.
Esto me lleva a recordar una historia en forma de parábola que me contaba mi padre.
«En una ocasión tres amigos que van a merendar y cuando piden la cuenta, suma 30€, la analiza uno de ellos y de forma terminante, la pagan con sendos tres billetes de 10€, pero le indican al camarero lo elevada que le parece. Éste, consulta con el dueño y les aplica una rebaja de 5€. De vuelta con los 5€, deciden repartirlos a razón de 1€ por cabeza, y en muestra de agradecimiento por el detalle, le dan 2€ al camarero, como propina. Transcurridos unos minutos, uno de ellos exclama !Alto ahí¡, !Alguien se ha quedado con 1€ ¡. Vamos a ver. Si yo puse 10€ y me habéis devuelto uno, hemos puesto 9 € cada uno, por 3 que somos, hace un total de 27 €, más las dos que le hemos dado al camarero hacen 29€ !Como pusimos 30 €, falta un euro.»
Esta falacia, es tolerada de forma continua y continuada, pues el costo no fué de 30€, sino de 25€, y por tanto, sin se hacen las cuentas correctamente, salen bien ( 3 x 9€ = 27€ – 2€ del camarero = 25€ que era la cuenta final verdadera). Se entendió?…
Largos años pasarían, para que el propio Marx, aclarase la cuestión en su obra «Critica al Programa de Gotha» que publica en 1875, en la que planteaba la realidad de la «Cuota de Explotación», al afirmar que el fruto colectivo del trabajo, en una economía socialista, es el «Producto Social Global», del que hay que deducir:
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Una parte para reponer los medios de producción consumidos.
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Una parte suplementaria para ampliar la producción.
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El fondo de reserva o de seguro contra accidentes, trastornos debidos a calamidades etc.
Y dice, estas deducciones del «Fruto integro del trabajo» constituyen una necesidad económica, y su magnitud se determinará según los medios y fuerzas existentes, y en parte, por medio del cálculo de posibilidades; lo que no puede hacerse de ningún modo es calcularlas partiendo de la equidad. Queda la parte restante del producto global, destinada a servir de medios de consumo. Pero, antes de que esta parte llegue al reparto individual, de ella hay que deducir todavía:
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Los gastos generales de administración, no concernientes a la producción. En esa parte se conseguirá, desde el primer momento, una reducción muy considerable, en comparación con la sociedad actual, reducción que irá en aumento a medida que la nueva sociedad se desarrolle.
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La parte que se destine a la satisfacción colectiva de las necesidades, tales como escuelas, instituciones sanitarias, etc.; Esta parte aumentará considerablemente desde el primer momento en comparación con la sociedad actual, y seguirá aumentando, en la medida que la sociedad se desarrolle.
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Los fondos de sostenimiento de las personas no capacitadas para el trabajo, etc.; en una palabra, lo que compete a la llamada beneficencia oficial.
Solo después de esto podemos proceder a la distribución…».
Véase que en los tres primeros puntos, ya reconoce, a favor de la Empresa, una serie de deducciones propias al desenvolvimiento de éstas, como materias fungibles, amortizaciones, maquinaria, investigación, productos deteriorados, etc…; como costos de producción. En los tres puntos siguientes, incluye lo que en la tesis del T.I.R. determina como Impuestos, para atender los gastos generales de la Administración, como seria, la defensa, la justifica, el armamento, la policía, los gastos de gobierno, enseñanza, comunicaciones, enfermedades, vejez, etc.. De ahí que el planteamiento que se hacía antes dejase poco clara la situación del trabajador.
Hasta aquí las cosas quedan bastante claras, pero vuelve a surgir la confusión cuando explica: …»los trabajadores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presentan aquí, tampoco, como valor de estos productos…» «…los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común, mediante un rodeo, sino directamente». y sigue, «Congruentemente con esto, en ella (en la sociedad socialista) el productor individual obtiene de la sociedad (después de hechas las obligadas deducciones) exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad, es su cuota individual de trabajo. Así la jornada social de trabajo se compone «de la suma de las horas de trabajo individual.» «La sociedad le entrega un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo, (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono saca de los depósitos sociales de medios de consumo, la parte equivalente a la cantidad de trabajo que ha rendido».
Por razones obvias el «Producto Social Global» habría que calcularlo por ejercicios completos, o sea anuales, pero sería difícil establecer, que de la fabricación de cien locomotoras, diez millones de gabardinas, cien millones de zapatos, cien mil toneladas de trigo, etc. que sería el producto social global, habría que deducir, veinte millones de camisas, doscientos millones de calcetines y ochenta mil toneladas de verduras, para atender los gastos de ampliación de maquinaria, los seguros por calamidades, los gastos generales etc. para llegar a la conclusión que de las cien sillas que ha producido el trabajador, a él le corresponde recibir cincuenta y dos.
Esto le lleva una premisa indiscutible, la necesidad de un valor de cambio, bien sea en oro, en plata o en papel moneda, lo importante es escoger un valor que nos sirva de referencia. La propuesta de Marx, es que sea un vale, cuyo contravalor sea el trabajo, cuando dice: «El derecho de los trabajadores es proporcional al trabajo que han rendido, la igualdad aquí, consiste en que se mide por el mismo rasero: el trabajo«. Por consiguiente el trabajador recibirá (una vez deducida su aportación al Fondo Común), un bono, no por las horas realmente trabajadas, sino, en más o en menos, el equivalente de su producción, comparada a una hora de trabajo social.
Este derecho lo define Marx diciendo: «En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho a la desigualdad«. «Por tanto el clamor por la igualdad de salarios descansa en un error, es un deseo absurdo, que jamás llegará a realizarse». Pero aquí aparece de nuevo aquel ajustador que saca a la palestra Marx en «Trabajo Salario y Capital, diciendo: !Alto ahí¡, !Yo he rendido por doce horas de trabajo y el Bono que me dais, es solo por seis horas¡ ¿Acaso vosotros también queréis explotarme?
Del análisis de la última propuesta de Marx, no cabe duda que la expresión «Producto Social Global», necesariamente ha de convertirse en «Valor del Producto Social Global Anual», o sea, lo que en una economía libre, se llama,»Producto Interior Bruto». Por consiguiente para distinguir una de otra, es necesario darles un apellido, así cuando las deducciones se hacen del fondo común, podría ser «Plus-Valía Socialista» y cuando las aportaciones se hacen a un Gobierno libre, «Plus-Valía de Mercado». El termino capitalista, no es muy ortodoxo, pues hay muchísimos empresarios que no son capitalistas.
Sin embargo Marx todavía insiste, «Si se suprimiera el régimen capitalista, desaparecería el sobretrabajo y la jornada entera estaría limitada por el tiempo de trabajo necesario. Sin embargo no olvidemos que una parte del sobretabajo actual, la parte consagrada a la formación de un fondo de reserva y de acumulación se habría que contar entonces como trabajo necesario«. Es difícil entender por qué una Plus-Valía de Mercado, es una explotación, un robo, o un trabajo gratis y la Plus-Valía Socialista, por arte de la magia dialéctica, se convierta en trabajo necesario, puesto que, en ambos casos la finalidad es exactamente la misma, la de cubrir unos gastos que él mismo admite como necesarios. La realidad es que como decía Engels en «De la Autoridad», «Las cosas no cambian con cambiarle el nombre».
Sin embargo en la «Plus-Valía de Mercado» se incluye una partida de la que carece la «Plus-Valía Socialista», como es la Acumulación o Ganancia, de la que se apodera el Empresario para acumularla al capital; parte de ésta son los intereses del capital, que el propio Marx tolera en sus «Instrucciones al Consejo Central» (5-Trabajo cooperativo.1866)»Los obreros de cada empresa, independiente de si están asociados o no, deben cobrar igual parte de los ingresos. Podemos consentir a titulo de compromiso puramente temporal, que los asociados cobren, además un interés mínimo». Al no establecer ese tipo mínimo, sin duda para los asociados, siempre será poco, pero para los obreros no asociados, será una cuota de explotación o un robo de los obreros-capitalistas a los obreros asalariados.
Es posible que hubiese una desnivelación de la primera a la segunda, si no se tuviese en cuenta lo que podría llamarse el «Plus-Control», que es la parte que, en una Economía de Estado, tiene que pagar el trabajador, para atender los super gastos del control que controla a los controladores, que han de controlar a los que controlan a los controlados, para controlar que las cosas se hacen tal como se ordena; por eso se llama Economía Dirigida. Sea el caso en que los trabajadores necesitan de un Seguro de Enfermedad; tienen dos opciones:
- Pagar directamente el servicio, con lo que contando con el ingenio, el riesgo, la preocupación del servicio y la profesionalidad del personal de su clínica, consigue el mejor servicio entre la competencia, (no digamos si, además, el Consejo de Administración está formado por los propios trabajadores).
- Optar por dar una cuota al Estado, para que éste le preste el servicio «gratuitamente», a sabiendas de que en este caso, lo primero que hará, será crear un gran Ministerio, con sus correspondientes Direcciones Generales, Secretarías de Estado, Secretarías Generales, Subsecretarías y todos los departamentos y cargos imaginables (por aquello del control). De ahí que históricamente se haya demostrado, que esta «Cuota de Control», es muy superior a la de Ganancia, no obstante, al menos de momento, se puede admitir el paralelismo de ambas.
La duda surge en adivinar si la acumulación de la ganancia, es buena o es horrible, puesto que al leer El Capital (XXV-I) dice, «el progreso constante de la acumulación, debe provocar tarde o temprano, una elevación gradual de los salarios. Porque proporcionando anualmente ocupación a un número de asalariados mayor que el año precedente, las necesidades de esta acumulación la cual va en aumento siempre, acabarán por sobrepujar la oferta ordinaria del trabajo y por descontado, se elevará el tipo de salarios». Contrariamente para cerrar este mismo Capitulo, dice: «…sea cual fuere el tipo de salarios, alto o bajo, la condición del trabajador debe empeorar a medida que el capital se acumula; de modo tal, que acumulación y riqueza por un lado, significa acumulación igual de pobreza, de sufrimiento, de ignorancia, de embrutecimiento, de degradación física y moral…». Difícil papeleta la de dilucidar si la acumulación es buena para el trabajador porque suben los salarios, o es horrible porque lo empobrece y lo embrutece.
Al iniciar Marx su crítica al Programa de Gotha, propuesto por el Partido Obrero Alemán, al analizar el punto 3º que se refiere al reparto del fruto del trabajo, hace dos preguntas: «Que es el fruto del trabajo?, ¿El producto del trabajo o su valor?». y la segunda «¿El valor total del producto, o solo la parte del valor que el trabajo añade al valor de los medios de producción consumidos?» y para dar respuesta a ambas preguntas, aclara: «El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza, es la fuente de los valores de uso (!que son los que verdaderamente integran la riqueza material¡), ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza del trabajo del hombre». y también escribe, «Por cuanto el hombre se sitúa de antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios y objetos de trabajo, y la trata como posesión suya, por tanto su trabajo se convierte en una fuente de valores de uso, y, por consiguiente, en fuente de riqueza».
Esto si que es un verdadero galimatías, en la primera pregunta pone en duda si el fruto del trabajo es su producto o su valor, pero en la segunda, ya da por sentado que es su valor; la fuerza de trabajo del hombre la considera como parte integrante de la naturaleza, lo mismo que todos los medios y objetos que de ella extrae; pero el problema es menos complicado. En efecto, esas riquezas que produce la naturaleza con su trabajo, como son, el oro, la plata, el petróleo, la flora o la fauna, etc.etc se las ofrece al hombre completamente gratis, será una riqueza forestal o ecológica, pero en el sentido económico, siempre será una riqueza pasiva, mientras esté en poder de la naturaleza, ningún País osaría incluir en su P.I.B. ese valor, precisamente por ser inactivo, que es lo que ocurre con la fuerza de trabajo, para darle un valor, es necesario que sea una fuerza activa, no puede valorarse la fuerza de trabajo de un holgazán o de un parásito.
Por consiguiente, si la naturaleza nos ofrece sus productos completamente gratis, solo cuando la fuerza de trabajo se active transmitirá valor económico a los productos que le arrebate; así pues, si el hombre necesita hierro a partir del momento que empiece la prospección de la mina, ha empezado a transmitirle valor al hierro, que piensa obtener del mineral que ha producido la mina, valor que ira aumentando cuando lo extraiga, lo transporte, lo funda y lo acondicione. Si necesita una mesa, a partir del momento que toma el hacha para cortar el árbol, ya empieza a transmitir valor económico a la madera, a medida que la corte, la transporte, la despedace y la modele, no hará otra cosa que ir acumulando un valor añadido al objeto, cuyo valor no es otra cosa que su Fuerza de Trabajo. Así pues económicamente el Valor Total del Producto, en todos los casos, es Fuerza de Trabajo exclusivamente, puesto que por la materia no ha pagado nada.
Otra teoría que ha sido sostenida durante siglo y medio y en algunos casos aun persiste, es su rotunda afirmación de que el maquinismo, es la fuente de todos los males del trabajador, que irremisiblemente lo desplaza de su puesto de trabajo y es el instrumento de su esclavización. Engels en sus «Principios del Comunismo» y ambos en «Oposición entre el concepto Material e Ideal», dicen, «Una máquina inventada en Inglaterra, podrá, en el espacio de un año, condenar al hambre a millones de obreros en la India y en China». A la realidad de esta afirmación, cabe tomar como referencia la fabricación de alfileres, a la que por tres veces hace mención el propio Marx, en su obra «El Capital».
Se advierte que en tal fabricación mediante el régimen de manufactura, se ejecutan una serie de operaciones, tales como, el corte del alambre, la preparación de la cabeza y el afilado de las puntas, etc. Pues bien, llegada la máquina, efectivamente, las tres personas que ejecutaban estos trabajos manuales, son desplazadas y lanzadas a la vorágine del desempleo.
Ahora bien, se hace necesario analizar la historia completa del proceso. Para que estos tres trabajadores hayan podido ser desplazados, antes han tenido que existir unos ingenieros que inventen la máquina, unos delineantes que la planifiquen, unos moldeadores que modelen las piezas, unos fundidores que las fundan, unos torneros y fresadores que las ajusten, y unos montadores que las instalen; habrá que prever un aumento muy considerable de los mineros que han de extraer el mineral con el que han de fabricarse la máquina y los alfileres, igual aumento de los fundidores que tienen que hacer la aleación, así como un aumento en los medios de transporte en cada caso; una vez llevadas a cabo todas estas operaciones, será necesario especializar a un trabajador para que entienda y atienda la máquina de fabricar alfileres. A partir de este momento en que la producción se ha multiplicado por cientos, por miles de veces, serán necesarios más estuchadores, más embaladores, más personal de trasiego, un aumento de producción en las papeleras, más transportes, mayor actividad bancaria, y lo que es más importante el empresario ha de propiciar que en las esferas de consumo, exista el ánimo y los medios necesarios (dinero) para que todo el producto sea consumido.
Esto, en parte, lo consigue merced a que el precio de los alfileres bajan en forma drástica, de tal manera que, antes con el jornal de los tres trabajadores en junto, apenas podían comprar la producción de un día de uno solo de éllos, mientras que ahora, cualquier trabajador con el jornal de un día, puede comprar tantos alfileres como los tres juntos producían antes, en un mes y más. De lo que se infiere que, trasladadas estas circunstancias a las distintas ramas de producción, la máquina es la que propicia el desarrollo del bienestar y del progreso. Esto lo explicíta el hecho de que en el año 1800, malvivian en la Tierra, 900 millones de personas, mientras que actualmente la pueblan cinco mil millones, que al menos en una gran parte, tienen miles de comodidades más que nuestros antepasados, y que ellos ni siquiera conocían.
Ni Marx ni Enngels desconocían estas ventajas, pues a pesar de sus exacerbadas críticas al maquinismo, siempre basaron el desarrollo del socialismo en el fomento de las máquinas (eso sí, en manos del Estado), convencidos de que «los modernos medios de producción, convierten en hilo, al cabo del día, miles de veces más algodón que antes en el mismo tiempo,… y en la misma proporción bajará el precio del hilo» (Salario Precio Y Ganancia) O bien como decían en «El Capital» (XV-VI) «…allá donde se introduce la máquina, hace el producto más barato y más abundante y aunque suprime un número menor o mayor de obreros, puede ocasionar un aumento de empleos en otros ramos de la producción». Páginas atrás, surgía la duda de si el trabajo era un derecho, una obligación o un derecho obligatorio; ya en El Génesis (l-28) se dice: «llenad la tierra y sometedla» lo que implica el derecho a estar, pero más adelante el propio Génesis (3-17) explicita la forma: «con fatiga sacarás del suelo el alimento de todos los días», por consiguiente el hombre tiene el derecho de poseerla y la obligación de trabajarla; un derecho como ocupador al recibirla, en la primera cita, y una obligación de alimentarse con su trabajo, en la segunda. Parece haber una tendencia a rechazar las sentencias bíblicas, por repudiar su divinidad; si esto es así, tómense al menos como humanas si ha de complacer más, pero no pueden rechazarse de plano, por cuanto contienen verdades imperecederas, mientras que todas las demás filosofías humanas, con el tiempo se trastornan.
Esta obligación de trabajar la entiende Marx, diciendo:»Cada niño sabe que cualquier nación moriría de hambre, y no digo en un año, sino en unas semanas, si dejara de trabajar» (Carta a Kugelman 1.868). Tanto es así, que en las Instrucciones al Consejo Central, después de instruirles en la forma que debían cumplir la jornada de trabajo, los niños y los jóvenes de 9 a 17 años, afirma que «cualquier niño de 9 años de edad debe ser un trabajador productivo», y que los adultos tienen que «obedecer la ley general de la naturaleza, trabajar para comer, y trabajar no solo con la cabeza, sino también con las manos», remataba el párrafo diciendo: «Hay que defender los derechos de los niños y de los jóvenes, ya que ellos no pueden». Además nueve años más tarde en la»Critica al Programa de Gotha» sentenciaba la cuestión, al rebatir la propuesta del P.O.A. de prohibir el trabajo infantil, de esta forma: «La prohibición general del trabajo infantil es incompatible con la existencia de la gran industria y, por tanto, un piadoso deseo, pero nada más».
Aquí se presentan dos propuestas de difícil explicación; ¿A santo de qué, Marx, considera que la existencia de la gran industria, depende de que los niños trabajen?. No cabe pensar que esta opinión se ajustaba a las necesidades de aquellos tiempos, puesto que ya había un partido socialista, que reivindicaba esta prohibición; en tal caso, mal defendía los derechos de los niños. La otra propuesta de que el adulto viene obligado por la ley de la naturaleza a trabajar para comer, parece llevar implícita la idea de que es ésta la que dicta sus leyes, sin embargo al comienzo de la citada Critica, sitúa al hombre como propietario frente a ella, lo cual es un contrasentido; la naturaleza no tiene leyes, en todo caso, es una concatenación de fuerzas superiores a ella misma, las que le obligan a reaccionar en cada momento, (el mar no se dilata y se contrae a su voluntad), por consiguiente no puede obligar al hombre a nada; será la propia constitución del hombre, su propia natura, la que le obliga a ambas cosas. Sin embargo por precepto bíblico, el hombre es el tomador de la naturaleza, de la que forma parte como ente superior, y tiene la obligación de someterla y el derecho a disfrutarla con todos sus bienes y de los que consiga con su inteligencia. Solo el Creador que dió vida a todo el conjunto, le es dado dominar esas leyes. Nada puede surgir ni nacer de la nada, para que haya un intermedio y un fin, necesariamente tiene que haber un comienzo.
Si como dice Marx, la naturaleza fuese la que dicta las leyes, el hombre quedaría supeditado a ella, y si ésta le condena a trabajar solo para comer, no hace otra cosa que asimilarlo a cualquier animal irracional, pero si además, la fuerza de trabajo que determina el valor de todos los bienes, la justiprecia como «el valor de los artículos de primera necesidad imprescindibles para producir, desarrollar, mantener y perpetuar la fuerza de trabajo» (Salario Precio y Ganancia) está en el más craso de los errores, solo parangonable con la premisa, muy de moda entre los que dicen defender los intereses de los trabajadores, cuando le prometen una vida digna; pero que no hay nada más indigno que estos «buenos» deseos, pues en una sociedad que goza de miles de comodidades, es una prevaricación, no proporcionar al trabajador una vida tan cómoda como el que más; por algo es el eje de toda la economía y el rey de la naturaleza.
Ahora bien, esto es la justeza, pero es necesario analizar, la cuestión que se plantea para determinar porqué el trabajador que cobra 4, por lo que produce, tiene que pagar 8, cuando lo compra, que es el eje central de toda la obra de Marx y Engels; la Plus-Valía, o Sobre-Valor. En su C.P.G., Marx explicíta por donde se esfuma la diferencia de una Plus-Valía Socialista, a la que denomina, «Gasto Necesario» (El Capital XVII-IV), si bien también se vió que era equiparable con la Plus-Valía de Mercado, pero que en este caso, la tilda de, explotación, sobretrabajo, o robo, etc., cuando casi todos sus componentes son iguales.
Esto recuerda a aquel sacerdote que al entrar en la sacristía, se encontró con un grupo de jóvenes dedicados al rezo, de entre los que había dos que estaban fumando; montado en cólera les censuró su irreverente comportamiento. Al día siguiente, visitó a su colega en un pueblo vecino, y vió en la plaza un grupo de jóvenes que durante el descanso, fumando sendos puros, se dedicaban a rezar; lleno de gozo le decía a su colega, !hay que ver cuan piadosos son en este pueblo¡, !estos jóvenes son dignos de toda alabanza, pues mientras descansan y fuman, aprovechan el tiempo para rezar¡.
Recurrir a la metafísica para desarrollar un problema, que puede encerrarse en el limitado ámbito de los cálculos primarios, parece más bien que corresponda una lid entre filósofos y puede tener una significación literaria de gran altura que sirva para alucinar, pero que a la hora de la realidad, de poca ayuda le sirve al trabajador tanta filosofía, para defender sus sagrados derechos, que solo puede encontrarlos y resolverlos a ras de suelo.
Volviendo a la explicación de las Plus-Valías, en una Economía de Mercado podría desarrollarse así:
| Fuerza del trabajo cobrado | 40 | |
| REPARTO DE LA PLUSVALÍA | ||
| Reservas y Amortizaciones | 4% | 1,6 |
| Seguridad Social | 30% | 12 |
| Impuestos Directos/Indirectos | 56% | 22,4 |
| Intereses y Ganancia Neta | 10% | 4 |
| TOTAL | 80 |
Este reparto multiplicado por millones o billones de veces, podría ser el Producto Interior Bruto de cualquier Economía de Mercado, la primera partida corresponde a la reposición de los medios de producción y por consiguiente, limitada en sí misma; la segunda y tercera, corresponden a las necesidades terciarias, que sin lugar a dudas, deberán financiar los ciudadanos, pero que su cuantía dependerá de la riqueza natural, de la productividad y de los servicios prestados en cada País; la cuarta son los intereses, admitidos por Marx, para los obreros-capitalistas en las cooperativas y la Ganancia, parangonable con el Plus-Control Socialista. Por razones obvias e históricamente demostradas, en una economía de Estado, esta Plus-Valía es superior a la de una Economía de Mercado y en una Economía de Libre Mercado es drásticamente menor a ambas.
Si tal reparto era perfectamente conocido, tanto por Marx, como por Engels, y así lo admiten en múltiples ocasiones, entre ellas en El Capital (XXIII), en Salario Precio y Ganancia (11), y en el escrito que en 1877 titulo Engels, «Carlos Marx», es muy difícil encontrar el motivo por el que, todos sus epítetos, se los colgasen al capitalista, y lo que todavía es peor, por qué metieron en el mismo saco, a capitalistas y empresarios, cuando poco tienen que ver los unos con los otros; capitalistas son aquellas personas que con sus riquezas, dominan el desarrollo de uno, varios o todos los mercados, abusando de su potencial, para adquirir unos beneficios atípicos; mientras que Empresario, es el que con su limitado capital, juntamente con su Fuerza de Trabajo, su ingenio, su audacia, y su riesgo, crea puestos de trabajo y concurre en su mercado, compitiendo con sus colegas.
De todo lo dicho, se infiere que, si en alguna ocasión hubiese existido una sociedad comunista del orden que Marx llevaba en mente, también hubiese existido la Plus-Valía o Sobre-Trabajo, pues en una sociedad medianamente organizada, ningún trabajador podrá nunca, adquirir con su fuerza de trabajo, lo que él ha producido; en este caso concreto, también debería producir para atender a los no aptos para el trabajo, inválidos, jubilados, niños, etc. y los que aun siendo aptos tendrían que dedicarse a otros menesteres no productivos, como los obreros armados, los encargados de dirigir la producción, los investigadores, los que deberían impartir las ciencias, los encargados de determinar las necesidades de cada uno, los médicos, los obreros-jueces, etc.
Hasta aquí, en lo que se refiere a lo económico, pero también en lo político se producen divagaciones; los dos principios en que fundamentan Marx y Engels su filosofía, son: la lucha de clases y la etapa de la dictadura del proletario o socialismo. En la sociedad que ellos vivían, había tres clases de ciudadanos: los proletarios, los capitalistas y el Estado, pero que ellos pretendían dejar en dos, con la desaparición del capitalista.
Los primeros según Engels son los que «…se ven forzados a vender su trabajo a los burgueses» (Principios del Comunismo), que son sus explotadores; a los que Lenin en su «Comunismo Científico» añade otras clases, al asegurar que «La dictadura la ejerce el proletario organizado en los soviets y dirigido por el Partido Comunista», que confirma en el X Congreso del P.C. de Rusia, al asegurar que «Al cabo de dos años y medio de Poder de los Soviets, hemos dicho ante el mundo entero, que la dictadura del Proletario, solo es posible a través del Partido Comunista» y remata con su artículo,» ¿Se sostendrán los bolcheviques en el Poder?», diciendo, «Los soviets son un nuevo aparato del Estado, que en primer lugar, proporciona la fuerza armada de los obreros y de los campesinos.., en el sentido militar, esta fuerza es incomparablemente más poderosa que las anteriores». Ya en el discurso que dio en Petrogrado en diciembre de 1817, les dijo a los obreros «El proletario debe convertirse en la clase dominante en el sentido de dirigir a los trabajadores y de dominar políticamente». También pone su grano de arena Gorbachov, cuando presentó el Tercer Programa del PCUS, al asegurar que «la política de defensa y de seguridad, son elaborados por el Partido” por lo que de dos clases que pretendían establecer Marx y Engels, los propios seguidores de sus teorías, las convirtieron en cinco: los trabajadores sin partido, los proletarios, los soviets, el Estado y el Partido Comunista.
En cuanto a la etapa socialista, son precisas una aclaraciones previas: el término «socialismo» fue usado por primera vez en 1832, por Pierre Lerroux, y en 1841 por Robert Owen; en realidad, tanto practica como filosóficamente, todas las doctrinas anteriores eran por esencia comunistas, tanto Minos, como Platón o Moro, así como los anabaptistas, hasta la comida la hacían en común, pero es a partir del Lerroux y Owen cuando se inicia el estudio de la justicia social, desarrollando los distintos medios para proteger a la clase más escarnecida, y es aquí donde nacen dos tendencias: los que consideran al socialismo como un fin o meta y los que, como Marx y Engels, lo consideran como un medio, para ellos es, el yunque en el que ha de forjarse al ciudadano, para domeñarlo y domesticarlo, para ponerlo en el umbral del comunismo convenientemente modelado.
Como primera medida en el socialismo, todos los medios de producción, que son los vitales reguladores de la vida social, pasan primero al Estado, para que éste una vez reorganizados, los pase a la comunidad. A partir de este apropiación, Marx entiende que para emancipar al proletario, éste ha de desprenderse de una serie de valores tanto materiales como espirituales, que se le han ido pegando a través de la historia capitalista, y por ende «los proletarios tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente» «derrocando por la violencia todo orden social existente».(M.C.) A la vez que se produce este derrocamiento, en la propia etapa de transición, el trabajador ha de renunciar a su propia familia, pues «la supresión de la economía individual, es inseparable de la supresión de la familia», (Opos. Mat. e Ideal) ya que «…nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera de los medios individuales de consumo» (C.P.G.), y siguen, «la propiedad, cuyo primer germen, cuya forma inicial se contiene ya en la familia, donde la mujer y los hijos son los esclavos del marido» (O.M.I.) y es que «la familia, plenamente desarrollada , no existe más que para la burguesía; pero encuentra su complemento en la supresión forzosa de la familia para el proletariado, y en la prostitución pública. La familia burguesa desaparece naturalmente al dejar de existir ese complemento suyo, y ambos desaparecen con la desaparición del capital» (M.C.).
A pesar de la opinión de Marx en cuanto a la educación (C.P.G), Engels entiende que ha de ser «La educación de los niños en establecimientos estatales y a cargo del Estado, desde el momento que puedan prescindir de los cuidados de la madre» (P.C.). Se supone que de esta forma se les puede instruir en el ateísmo, pues considera que «el único servicio que en nuestros (aquellos) días se puede todavía prestar a Dios, es proclamar el ateísmo como símbolo de fe coercitiva… prohibiendo la religión en general». La que ya no consideran necesaria es la enajenación del sentido patriótico, por cuento «Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen» (M.C.)
Sin lugar a dudas, tanto Marx como Engels, conocían muy bien las leyes que rigen la esencia del hombre; el primer instinto que exterioriza el niño, es el de propiedad, que a su vez, lleva implícito un sentimiento de amor, «mi madre», «mi padre», «mi «casa», «mi camión», «mi muñeca» etc., todo lo que el niño ama lo considera algo suyo; es un sentimiento espontáneo, natural, que nadie le ha enseñado.
El patriotismo es un sentimiento con el no que nace el hombre, es un cúmulo de circunstancias las que lo van acrecentándolo; el recuerdo de aquellos amigos de la infancia, de aquellas calles de su ciudad, de aquellas excursiones a los bosques cercanos, de aquellos bailes en los que sintió los primeros latidos de emoción de aquellos festejos en los que se conmemoran las costumbres ancestrales de su ciudad con sus danzas y su indumentaria, aquéllos amigos con los que pasó tan buenas tertulias, las gestas de sus antepasados, el colegio en el que inició su instrucción, el lenguaje que le relaciona con sus congéneres, su familia cercana, sus familiares y amigos esparcidos por el territorio, aquellos solemnes actos religiosos en los que participó, etc., todos estos detalles y un sinfín de vivencias más son los que hacen que nazca en él, el amor a su tierra, a su región, en una palabra a su patria, porque en realidad, ese cúmulo de cosas pequeñas, son las que conforman su Patria.
El hombre en su esencia es un animal creyente, a su paso por este valle, no sabe de donde viene ni a donde va, pero algo debe intuir en lo más profundo de su conciencia; históricamente, cuando en el más recóndito de los lugares, se ha encontrado la más mínima expresión de vida social humana, aunque no hubiesen tenido contacto alguno con otros seres, siempre se ha descubierto en ellos una creencia religiosa, adoraban al sol, a la luna, un busto, un buey, es igual, algo en que poder elevar la esperanza de su espíritu, algo en que poder creer que ha de protegarle o ha de beneficiarle. En esencia el ateo no existe, cuando alguien destruye a un Dios, se puede asegurar que es porque cree en varios dioses; cree en una u otra filosofía como dogma de fe, cree en la naturaleza o en algo de ella, etc., incluso puede llegar a creer en él mismo, que es mucho creer.
Implícita con tales enajenaciones, al trabajador le queda por renunciar a su propia LIBERTAD, y no es que, ni Marx, ni Angels, ni Lenin, lo exigieran expresamente; nunca, en ningún escrito trataron de la libertad del individuo, las pocas veces que trataron este tema, fue para defender la libertad del proletario como estamento, y como privilegio de los que deben tomar el poder y ejercerlo. Si el propio Marx aseguraba a su amigo Kugelman, en carta de Julio de 1868 que «Las leyes de la naturaleza (más bien que rigen la naturaleza), jamás podrán ser destruidas», no se comprende como pretende desposeer al hombre, de todos esos valores que conforman la esencia de su propia naturaleza humana.
En cuanto a su meta filosófica, el comunismo, parcos fueron en las explicaciones de sus estructuras, como mucho dejaron algún atisbo, conjetura o incongruencia; salvo la desaparición del Estado, que el trabajo se compensaría por las necesidades y aquellos obreros armados, gente practica y no intelectualillos sentimentales, que seria muy difícil que nadie juegue con ellos, según decía Lenin, no fue mucho más lo que escribieron, y además se negaron hacerlo, pues, cuando la Revista, «Revue Positiviste» en Enero de 1873, acusó a Marx de ser «un simple analista crítico de datos, en lugar de prescribir recetas», Marx le contesta haciendo referencia al comentario de M. Blok, que había dicho, «con esta obra (El Capital), el Sr.Marx, se sitúa entre los espíritus analistas más eminentes» y en cuanto a las recetas, les dice que «eso es para los fisgones del futuro». Lo mismo opina Engels cuando escribe «como nosotros no nos dedicamos a construir ningún sistema utópico para la organización de la sociedad del futuro, sería más que ocioso detenerse en ésto».
Cuando Marx y Engels redactan «Oposición entre los conceptos material e ideal», contraponiendo al reparto del trabajo en una economía capitalista, dicen que, «…en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un circulo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos». Si cada uno hace lo que le da la gana, difícilmente la sociedad podrá regular la producción general.
Contrariamente a ese albedrío utópico, en el escrito «De las obras tempranas», entienden a «…el comunismo como supresión positiva de la propiedad privada, ese autoenajenamiento del hombre, y un virtud de éllo, como autentica apropiación de la esencia humana por el hombre y para el hombre». Aquí queda por explicar, quienes son los hombres que han de apoderarse de la sensibilidad, de la conciencia, de la inteligencia, de la voluntad, de la mente, de la naturaleza, de que hombres y para que hombres.
