Un día nublado es presagio de recuerdos y sensaciones intimistas. Hoy por ello, no podía ser menos y de pronto sentí la necesidad de salir de casa y … hacer kilómetros…, por carretera. No se lo creerán, pero lo cierto es que mi primera intención fué acercarme hasta la playa de las Teresitas, pero una maniobra, a mi juicio temeraria, provocada por la incorporación inesperada de una conductora (conste que podría haber sido conductor), a la altura de Añaza, me hizo forzar un giro de volante para esquivar el choque y con ello terminé en el carril de incorporación a la F5. Las ganas de tocar con rabia el claxon se me frustró de inmediato, pues el otro vehículo ya se encontraba en dirección Santa Cruz y yo por la incorporación. Este hecho, unido a mi sentido del «destinismo», me hizo pensar que la dirección que debía tomar era esa.
En mi mente, últimamente, con demasiadas inquietudes y pensamientos divagantes, me hizo pensar en hacer un recorrido por la cornisa Norte de la isla, con una ruta marcada por la nostalgia y las pretensiones de olvidos y me propuse realizar un paseo por La Laguna, Tacoronte, Mesa del Mar…, y lugares en donde la mente mantenía imágenes de algo que llegó a ser tan fuerte, que resulta difícil, muy difícil, dar respuestas a tanta preguntas sin contestar, a tantas promesas sin cumplir, a tantos deseos sin concluir.
Como siempre, al pasar por La Laguna, una pequeña llovizna hacía presagiar algo más serio, pero la llegada a Tacoronte despejaba las dudas y volvía la mañana a convertirse el nublada, ahora con unos tonos y brillos de sol que al final de lo que se divisaba de costa, dejaba ver algunos de los edificios del Puerto de La Cruz. El corazón me hacía pensar en coger el desvío de Tacoronte y llegar hasta Mesa del Mar…, la idea parecía buena, pero la razón me hizo desdeñarla. Podían ser muchas las consecuencias negativas de tal decisión y no disponía de ningún resorte que no fuera estrictamente emocional que me indicase que, el uso de la coincidencia en esos momentos, no justificase la casualidad.
Continué mi camino por la carretera y lo que había sido un razonamiento implícito sobre algo incontrolable, me llevó hasta otro que no podía controlar. Debía dar rienda suelta a mis sentidos y poner un punto y final a algo que seguía sin tener respuesta y para ello debía llegar hasta Garachico. El porqué, para mi resultaba evidente y ello me permite la prerrogativa para no exponerlo. Hacía algo más de siete años, había realizado esa ruta, llena de esperanzas y futuros y ahora debía volver a esos mismos lugares, para razonar mi propia desesperanza.
El reto o pretexto me recordó a otro momento, vivido precisamente pocos días después de ese de hace siete años, en el que envuelto entre olas y espuma de mar, navegando hacia Antequera, mi mente se convirtió en un bullicio de iniciativas, retos, respuestas, propuestas, inquietudes, disculpas, … y otras muchas sensaciones que enturbiaban mi estado, por necesitar de una respuesta y una decisión que una vez tomada, me hacia volver a recorrer ese camino, con un sentimiento de fracaso y retroceso en el tiempo, con, de nuevo, falta de respuestas a mucho de lo que en aquel momento pretendí.
Estos pensamientos embriagaban mi conducción, cuando apercibí el desvío a Garachico. Los primeros mástiles de barcos del nuevo puerto deportivo ya se divisaban y pensé en hacer una pequeña parada para verlos, pero una enorme cantidad de personas, con camisetas de colores llamativos, amarillo, naranja y verse, principalmente, se conglomeraba en la explanada del puerto. Se las divisaba como pequeñas hormigas, pero los movimientos sinuosos y equilibrados, me hizo apercibir que se trataba de gente con bicicletas.
Empecé a pensar que no había sido un buen día y muy pocos metros adelante, me lo confirmó la presencia de la Guardia Civil y la Policía Local. Se trataba de una marcha social en bicicleta, lo que hace que cualquier pueblo o ciudad se convierta en «zona protegida» frente a los vehículos a motor, lo que iba a impedir que pudiera aparcar. Se confirmó por completo y llegando a la altura del desvío a la Plaza, lo único que me quedó por hacer es intentar dar la vuelta, ya que para entonces, resultaba imposible avanzar. Era evidente que el destino me dejaba clara una nueva situación. Hoy no podría resolver lo que necesitaba. No podría volver a esos lugares en donde de forma conjunta y nerviosa, dos personas forjaron intenciones, futuros, esperanzas, riesgos y otras muchos pensamientos incontenibles, pero con la extrema sinceridad de un momento, casi infantil, entre dos personas, cargadas de historias y pesos en sus espaldas, que quizás eran o serían posteriormente, el punto inicial, también, de su propio fracaso.
No era la forma, o no era el momento. Pero horas más tarde, un minuto, tan solo un minuto, eso que llaman, la red, me notificó, tan solo por un minuto, que se abría una puerta cerrada y de nuevo sentí latir mis pensamientos. Era real, o simplemente un capricho de la red. Cuatro fotos…, que cuatro fotos…., no sé…, a veces…, bueno en demasiadas ocasiones, nos decimos que ya está todo hablado, y muy probablemente es así, pero las fuerzas de nuestros sentimientos nunca dejan te dejan en paz, y para ello, no es necesario, ni siquiera ser correspondido, tan solo, simplemente, se sufre más.
