Hace mucho tiempo que creo que la convivencia es el principio del fin de una buena amistad, pero en base a qué si nos disgusta y aterra vivir solos. Nos «acostumbramos» y/o «aprendemos» a vivir solos, pero realmente nos gusta. La respuesta es siempre la misma: «es que para vivir mal acompañados…». Y entonces me surgieron algunas ideas que me ayudaron a intentar dar una explicación razonable.
Sinceramente, creo que a nadie le gusta vivir solo. Lo aceptamos por que «a la fuerza ahorcan», pero preferiríamos estar acompañados. Hace no mucho me decía alguien que no le gustaría llegar a una cierta edad y no tener a alguien a su lado y la entendí y fruto de ello me surgió una pregunta que quizás la hirió, pero a la que posteriormente he dado vueltas. Y tú, que estarías dispuesta a dar por ello.
La respuesta a esta cuestión, me ha hecho recapacitar y sin dejar de pensar que la convivencia es el principio del fin, creo que lo es precisamente porque no sabemos dar contenido a la pregunta planteada. Queremos compañía, pero realmente somo capaces de renunciar a nuestro «yo», en cuanto, en cuanta parte, hasta donde, porque la convivencia exige cesiones a las que no se si estamos preparados a dar y estando dispuestos, como saber que es lo que quiere realmente nuestra compañer@, hablando?, pero…, si prácticamente no hablamos…, entonces…., y me pregunté.
Pongamos un caso. Como se puede entender que dos personas se conozcan, se aprecien, se admiren, se complementen y sean capaces de planificar futuros y la sola convivencia sea el principio de su desmoronamiento.
Partiendo de la base de que cada persona es un mundo, si que he llegado a concluir, que el defecto en la convivencia se encuentra, precisamente, en lo que ha hecho grande a nuestra civilización: la comunicación, o por mejor decir, la falta de comunicación. Si, hemos inventado varias formas de comunicación, fundamentalmente oral y escrita e incluso actualmente visual, pero realmente conseguimos comunicarnos o simplemente nos decimos cosas.
Quizás el resto del mundo animal no ha adelantado tanto como nosotros, pero lo saben hacer mejor. Un perro es capaz de expresarnos, sin palabras, mucho más de lo que nosotros somos capaces, con todos nuestros sistemas de comunicación al completo. Y donde está su secreto, pues a mi entender en el roce de su cercanía y la falta de rencor o lo que es lo mismo, la sinceridad. Quizás nos acercamos a ese comportamiento, cuando existe una unión por la sangre, pero cuando la unión es por el sentimiento, de forma determinante, nos falta.
Creamos todo un mundo de amor en torno a parejas, que sustancialmente cumplimentan nuestras vidas, pero cuando convivimos con ellas, pretendemos seguir con nuestros hábitos de soledad. Nuestros libros, nuestros programas, nuestros amigos, nuestra televisión y cada uno de ellos llena de lagunas, soledades y desprecios el interior de cada una de las partes, sin que exista una comunicación que ponga de manifiesto estos incómodos y al menos den la oportunidad de resolverlos. Quizás las entendemos de poca importancia, pero «grano no hace granero…».
Cuando una pareja mantiene su relación, sin convivencia, su necesidad diaria está en encontrarse, pasear, disfrutar del tiempo en que pueden estar juntos, en buscar rincones donde poder desfogar sus inquietudes, panificar futuros llenos de lagunas, ver atardeceres que siempre esconden el mismo sol, pero cada día resulta distinto y en distinto lugar, emocionarse con la visión de paisajes, dejar recuerdos de sus momentos, etc…
La convivencia hace factible encontrarse sin salir de casa, pasear sin tener que esperar, disfrutar del tiempo que se está juntos, gran parte del día, no es necesario buscar rincones donde desfogar inquietudes, planificar y poner en marcha futuros rellenando esas lagunas que quedaron pendientes, ver el atardecer desde la propia ventana con el mismo sol y el mismo paisaje. Entonces, que es lo que ocurre para que la convivencia no resuelva, sino que complique de tal modo lo que «a priori» resultaba tan hermoso. Pues, creo, que la presencia de hábitos, circunstancias y APARATOS, que estaban en nuestra soledad y vuelven a aparecer en la convivencia, forman gran parte de la culpabilidad del proceso.
Estarán de acuerdo en que resulta muy complicado, iniciar la convivencia mostrando nuestro desagrado por pequeñas «incomodidades» o «irritaciones» que muy pronto se producen. Esos calzoncillos o braguillas tirados en el baño, o por los descuidos con la tapa de inodoro, o el desastre culinario con la cocina inundada de cacharros o en desorden, por buena que haya quedado la comida, o por no poder ver un canal de Tv determinado, y poco a poco, vamos haciendo que esos silencios se amontonen en nuestro interior creando una batería de desagravios con los que no sabemos que hacer y por su cantidad, resultan difíciles de consumir en una sola discusión, incluso porque son tantos que ni recordamos muchos de ellos y «terminamos por no hablar».
Y la consecuencia es definitiva, mas o menos temprana pero definitiva. Se disuelve algo que estaba cimentado en realidades, ideales, sensaciones, ilusiones, necesidades y otras muchas más causas, sin dar lugar, en la gran mayoría de las ocasiones, ni siquiera a una discusión o parlamento al respecto. Por mucho interés que se tenga, después de tanto tiempo y aunque se haya intentado, como saber porqué ha cambiado la persona que entendía era mi compañer@. Como ayudar a resolver. Como…
Sí, resulta tan ridículo que después de haber tardado tanto en encontrar a alguien, de reconocer en él o ella virtudes que en realidad no lo sean tanto como apreciamos en algún momento, pero que si existen al menos en una proporción que nos satisfizo, por cuestiones de orden menor, porque realmente siempre lo son, de orden menor, escojamos seguir con nuestra soledad y en el mejor de los casos confiar a la providencia nos pueda aparecer otra persona que la sustituya.
Creo que nadie puede vivir su soledad en convivencia, ni crear una convivencia para sufragar o enmascarar una soledad. La soledad, al final, siempre supone un tiempo perdido. Se que hay personas, muy excepcionales por su número, pero existen, que buscan la soledad, pero muy probablemente por no haber encontrado compañía. Del resto, entre los que me encuentro, ni hablar, no merece la pena, aunque al menos ahora creo estar mas cerca de saber el porqué el final de la unión de dos personas es la convivencia.
