Estos días he podido realizar uno de esos sueños que condicionas a demasiadas premisas y cuando lo haces, te das cuenta de que no eran necesarias. El viaje que pensé hacer con una persona muy especial, lo realicé con mis mejores sensaciones por vivir creo que lo conseguí. De cualquier modo, la estancia en Venecia me hizo ver algo de lo que siempre he estado convencido, los lugares cobran su importancia, interés y recuerdo, no tanto por ellos sino por las personas o sensaciones con que los visitas.
Digo esto porque he tenido tiempo de ver todo Venecia, esto es, no solo la Venecia romántica que se centra en el barrio de San Marcos. No la conocí en sus principios, pero en la actualidad, da la sensación de haberse convertido en un auténtico «parque temático», de tal modo que cuando te desplazas al resto de los barrios, descubres las auténticas realidades que afloran sin que tengas que hurgar en demasía ya que, siempre bajo mis apreciaciones por supuesto, salvo el barrio de Cannaregio, donde se encuentra el Casino y el barrio Hebreo, el resto muestra un aspecto cuando menos, poco atractivo.
De forma habitual no suelo confiar en agencias de viaje para realizar este tipo de excursiones, pues desde hace mucho tiempo, internet te permite escoger toda una variedad de posibilidades que permite un ahorro considerable que puedes utilizar en los costos excesivos que este tipo de turismo tiene, por ejemplo un capuchino en plaza de San Marcos, 14€, eso sí, acompañado por quintetos que amenizan el tiempo empleado. De otro lado, estas ciudades tienen resuelto el tema turístico de forma agradable y Venecia no podía ser menos. Cuando llegas, en la misma plaza La Roma, puedes adquirir un ticket que te permite, por días, disfrutar de todos los medios de transporte públicos, cuantas veces quieras, lo que permite hacer múltiples excursiones a las distintas partes de Venecia, sin costo adicional. Actualmente existen ocho lineas, que te acercan a cualquier punto y lugar tanto de Venecia como de las islas colindantes de Murano, Burano, Lido, Santa Helena o Torcello. Les dejo imágenes de todas ellas en los vídeos de este artículo.
Venecia, por resumir, es la mejor expresión de la frase de Shakespeare, cuando dice en una de sus obras: «…todo depende de color del cristal con que se mira». Pero para alguien que va a verlo, desde las Islas Canarias, debo decir que, sin ánimo de ofender, no impresiona. Incluso, lo he encontrado tan abrumadoramente sobrecargado de personas, que salvo ese ratito tomando el capuchino, pues dado el precio, te permite sentarte sin dificultad y disfrutar tranquilo, el resto es un continuo: «scusi», «prego», «please», «s’il vous plait», etc…
El paseo en góndola, tanto si lo realizas en grupo (seis por góndola), como solo con tu acompañante, no varia mucho el resultado, son cientos de góndolas recorriendo el mismo territorio y lo habitual es encontrarse en cada esquina o recodo, con un atasco, que también debo decir, se resuelve de una forma realmente excelente, ya que pueden juntarse seis y ocho góndolas, con dos y tres taxis y algún que otro transporte acuático. No sé como lo consiguen, pero maniobran de una manera tan magistral que ni siquiera llegan a rozarse. Claro que ellos están acostumbrados, pero los que no lo estamos, pues algún que otro sobresalto, sí te llevas.
Esencialmente, Venecia me gustó, y quizás me traje la idea de que no merecía la pena haber esperado tanto para realizar este viaje.
