La vida es una tómbola

Resultado de imagen de tombolaCuantas veces habremos pensado en ello y ciertamente así es. La vida es una tómbola en la que siempre toca algo, aunque en ocasiones no es lo que hubiéramos preferido. En mi vida, debo reconocer que he tenido mucha suerte, pues me ha tocado un premio gordo en varias ocasiones, aunque lo realmente importante no es que te toque el premio, sino que sea de tu agrado. Me explico.

En mi juventud, tuve la suerte de tener premios varios, que podríamos encuadrar en lo que se denominaba, la pedrea, son de esos premios a los que no les haces ningún asco pero que realmente no te llevan a ninguna parte. Así fue transcurriendo el tiempo, hasta que por fin conseguí un premio mayor. En realidad no fue un mérito mío, pues prácticamente me lo pusieron en las manos y que iba a hacer, me quedé con él y premio. En realidad el premio venía incluido, aunque en esa ocasión, duró poco y en menos tiempo del que pudiera desear, me encontré sin premio, sin boleto y sin nada.

Comencé una época en la que adquiría boletos con distinta suerte, algunos de pedrea y la mayoría de reintegro, pero no me amilanaba y en mi interior sabía que si continuaba, podría encontrar el boleto adecuado. Y sucedió. Una mañana, estando sentado tecleando una máquina de escribir, levanté la mirada y allí se encontraba. Era el boleto más encantador que hasta entonces había contemplado y me obsesionó, hasta que me decidí y además llevaba premio.

El premio duró tiempo. Mucho tiempo. Quizás demasiado para el concepto de “una vida” que hoy día nos hemos impuesto, pero fue mucho tiempo.

Haré un paréntesis, para explicarme. Cuando digo lo de el concepto de “una vida”, resulta evidente que no puede ser el mismo que el que pudieran tener las personas nacidas a principios del siglo pasado, cuando la esperanza de vida era de sesenta y cinco años aproximadamente, y por tanto, si una persona conocía a otra, pues digamos que a los catorce años y tras cinco o seis se casaban, en el mejor de los casos, pasaban juntos entre treinta y cuarenta años, o lo que es lo mismo, “toda una vida”. Hoy día, la esperanza está en veinte años más, y por tanto, encontrar parejas que hayan convivido “toda una vida”, es hablar de cincuenta a sesenta años y esto realmente, para los conceptos, distancias y tecnologías modernas, no es “toda una vida”, es “toda una eternidad” porque poder llenar de contenido ese tiempo es realmente complejo.

La mayoría de las relaciones se basan en los hijos y la hipoteca. Antes, cuando las relaciones eran, eso de treinta a cuarenta años, coincidían prácticamente el desarrollo físico e intelectual de los hijos, completando una carrera o sus estudios y el encontrar un trabajo, con el pago final de la hipoteca, y con una edad, que planteamientos como, “y ahora que hacemos”, resultaban innecesarios, solo quedaba esperar la parca y si quedaba salud después de cuidar los hijos y pagar la hipoteca, quizás algún viaje a Mallorca o a Canarias. Pero hoy día, con todo eso completado, quedan todavía viente años en los que hay que re-descubrir a la pareja con la que ya no recuerdas porqué fue la escogida, y me refiero a ambas partes, y si existen puntos en común intentar conjugarlos y en su defecto, lo que ocurre es que hay que buscar nuevas aventuras y ahora en Singapur, New York, Roma, Tailandia, Puerto Rico,…; me explico.

No hace mucho, una amiga a la que admiro y quiero mucho, hablaba de encontrar una nueva palabra que pueda contener el concepto de lo que “hoy” es la tercera edad, pues no es la misma que en los tiempos mencionados. Con un grado de salud media mucho más lleno de contenido que la tercera edad de los sesenta y cinco, los de los ochenta y cinco, encuentran un tiempo precioso, nada menos que de aproximadamente veinte años, en los que los hijos están encaminados, la hipoteca pagada, algo de buena salud, aunque con alguna pastilla por las mañanas, y mucho tiempo libre en el que poder hacer lo que no se pudo durante esos años en los que los hijos crecían y se iba pagando la hipoteca, por no hablar que lo de hacer de abuelos también a cogido facetas muy distintas a las que pudieron tener nuestros antecesores.

Pero volviendo a la tómbola, ya que de esto anterior ya hablaré otro día, más ampliamente. Decía que duró mucho tiempo, pero no porque se hiciera largo. Tan solo fueron circunstancias que en otro tiempo podrían superarse tras varios días de berrinches y disgustos, en los actuales tiempo, se resuelven con una separación y, de vuelta a la tómbola.

De vuelta a la pedrea y los reintegros, cuando no desilusiones sin premio alguno, hasta que de repente, aparece de nuevo un boleto que contiene premio. Es una sensación, difícil de expresar, incluso con el paso del tiempo, porque uno no suele ir caminando y se encuentra con un boleto que está premiado, pero en mi caso, así lo vi o me lo pareció. Lo cierto es que como un chico con zapatos nuevos, esperas el día del sorteo y cuando aparece el número, pues saltas de alegría. Es como cuando de pequeño salías somnoliento a ver si habían dejado algo los reyes magos, aunque hacia varios años que tenías conciencia del subterfugio, simplemente lo aceptabas y dabas saltos de alegría. El tiempo, solo el tiempo, te hace ver las cosas de una forma muy distinta a las que aparentaban, aunque mientras duró, disfrutaste de los juguetes.

Pero ni el tiempo, ni los años te quitan la esperanza de encontrar el boleto con el premio gordo y sigues jugando, aunque cada vez con menos posibilidades, porque con el tiempo, las necesidades que tenemos, espiritualmente cambian, pero físicamente, no digamos, y entonces entramos en un desmadre de inquietudes en las que lo que importa no es boleto, sino el premio que esa feria de la vida te ofrece y analizas, escudriñas, valoras y en definitiva pierdes la frescura con la que hace años ibas a la feria de la vida con la ilusión de los premios de la tómbola, valorando solo si te tocaba, el premio, si lo era, era suficiente.

No no he perdido la ilusión, ni la esperanza. Estimado lector, si es que alguien decide dedicar unos minutos a leer esto, lo que me he vuelto es exigente. No hace mucho he tenido la ilusión de un nuevo boleto, pero ni pedrea, ni devolución, ni nada y es que lo que me queda de feria, no puede ser con cualquier premio y además tengo la suerte de poder decir que hablando de premios, ahora estoy esperando a una, cuyo sorteo se espera para finales de enero, que sin conocerla sé que será un gran premio.

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