El viernes 07 de Julio de 2017 pudimos asistir en el Auditorio Adán Martín a la XXVI edición del festival internacional de Jazz patrocinado por Heineken. En esta ocasión Charenée Wade y Alfredo Rodríguez fueron los protagonistas, junto a sus grupos, confirmando lo que cada año se espera, una superación indiscutible de la calidad de los invitados.
La excelencia de cada una de las actuaciones puede calificarse de espectacular, pero también hay que decir que en ambos casos, las grabaciones que pudimos adquirir al finalizar cada una de las actuaciones, demuestran una vez más que las lineas comerciales de grabación están lejos de ofrecer lo que el público pide. Charenée, estuvo, grande, inmensa con su voz, derrochadora de una simpatía y empatía con el público que nos hizo vibrar. Su pianista, Oscar Pérez demostró una digitación e improvisación propias de un gran Jazz entre New-York y New-Orleans, con matices y con escalas de una dimensión que crearon momentos con auténticas sensaciones.
La segunda parte la llenó, con auténtica plenitud, Alfredo Rodriguez. Reconozco que era un músico desconocido para mí, pero que me impresionó. El trío formado por él al piano, Munir Hossn en el bajo-guitarra y Michael Olivera en la batería, todos cubanos, nos dieron un recital para conservar en nuestros sentidos durante mucho tiempo. Ahora bien, quizás con ellos se puede demostrar mucho más lo que comentaba con anterioridad. El disco que adquirimos al salir, consta de trece canciones, quizás por rellenar el tiempo de un disco que con las cinco que pudimos escuchar, pero en la versión que ofrecieron, no en la like que se puede escuchar en el disco, hubiera podido tener mucha mayor trascendencia.
Me explicaré. Para que sirva como ejemplo, un tema que en el disco tiene una duración 3:42, en escena pudo ser de unos 10 minutos. Fueron 10 minutos, realmente impresionantes. El tema dedicado a Yemayá es tan sutil, tan repleto de matices con evocaciones al agua el viento, las tormentas y todo lo relacionado con la esencia que representa Yemayá, que resulta difícil entender que en el disco solo se pueda tener un simple «matiz» de lo que representó poder escucharla en vivo. En mi modesta opinión, preferiría disponer de solo esos cuatro o cinco temas en directo, en toda su expresión y extensión, que no trece temas, que incluso rellenan con una repetición para completar espacios.
En resumen, de escuchar solo el disco, no creo que fuera seguidor asiduo de Alfredo Rodríguez, aunque lo que suena no está nada mal, pero el que descubrí en directo me convirtió en un incondicional suyo. Su habilidad en el piano con sus vibratos, sus escalas sus sensaciones, acompañadas de un bajo-guitarra, realmente sublime y un batería que eleva el concepto de percusión a otro nivel, los hacen prodigiosos. En el disco, son…muy buenos.
