La idea era nueva, pero las circunstancias no. Nunca se atrevió a compensar la soledad con la añoranza porque la conjunción de dos trampas siempre conlleva la derrota de la propia intimidad y el recurso de la huida con resarcimientos que nunca compensan la propia idoneidad.
La controversia de seguir sintiendo y seguir deseando con la certeza de la confrontación interna ante la falta de deseo de continuar con algo que pudo ser pero que nunca dejó tantas huellas ácidas que llegaron a producir llagas en el alma, son términos de un inagotable sentimiento elaborado por cientos de horas de razonamientos y desesperanzas de la razón y la esperanza.
Nunca se pudo imaginar, ni en las mentes de gentes allegadas, una composición tan aparentemente perfecta, con un final tan aparentemente dislocado y nada interpretable. La descomposición de algo que aparentemente existía confronta con la poca necesidad de cortar una relación sin basamento alguno, simplemente por la audacia de la comodidad. No enfrentarse a la vida nunca supone mantener la juventud, sino perder lo único que te queda en la vida, el futuro. Perpetrar un complejo efluvio de composiciones e ideas inherentes a la consecución de un caos nunca justifica ni sostiene una consecuencia lógica de la vida.
Hablamos de trenes que pasan. Estaciones que nos esperan. Procesos que nos imploran, Carencias que nos confunden. Pero nunca hacemos caso a lo que nos propicia, simplemente comodidad y certeza. Certeza a veces confusa, pero tranquila en si misma, sin necesidad de concreciones ni disputas, simplemente acondicionamientos precisos y probables que encienden en pequeños momentos, sensaciones y triunfos personales que nos permiten conseguir los momentos de percepción de futuros
A veces, no, casi en cualquier situación, nuestra costumbre nos lleva a entender que el movimiento es solo cuestión de escoger el tren adecuado, pero la edad y el tiempo, que no siempre corren juntos, nos llevan a convencimiento de que en la mayoría de las ocasiones, buscamos la verdad, nuestra verdad, alejándonos y huyendo de nuestro propio entorno, sin respuestas que consigan acallar nuestra alma, y no conseguimos llegar a entender que la existencia nos exige el mejor resultado posible. Seguir buscando el mejor posible solo lleva a construir nuestra propia ignorancia y llevarnos al desespero de la eternidad íntima del desconsuelo.
Acomodar nuestras circunstancias a lo mejor conseguido, no tiene ningún defecto. Simplemente dá la oportunidad a consecuencias esperadas. Dedicar el tiempo preciso para conocer el entorno y las personas que tenemos en nuestro caminar hacia adelante, nos hacen ricos en sabiduría y nada temerosos al descubrimiento de falsas necesidades o situaciones incómodas que reviertan nuestra confianza.
Nunca, algo que pudo ser, fue tan contundente, preciso y esperable. Pero hasta esas certezas se convierten en polvo. En nada. En simples recuerdos de algo que pudo ser.
Nunca esperé que la vida en su propia regeneración, te ponga delante algo tan especial y precioso como la propia vida rehecha y que con una simple mirada penetrante, te indica que te adopta para el resto de tu vida. Hoy he sentido eso. No necesito de viejas esperanzas, pero lamento profundamente que no fueran realidad.
