Te llegara un rosa, cada día…

Resultado de imagen de alberto cortezAyer , 8 de abril del 2018, se juntaron muchos recuerdos y sentimientos escuchando a la voz de una generación. Resultaba difícil encontrar entre un teatro Guimerá a rebosar, asistentes de menos de cincuenta años, pero todos y cada uno de nosotros, nos volvimos a juntar bajo el hechizo que trascienden de sus versos cantados. El argentino Alberto Cortez, volvió a hacernos sentir y recordar tantas emociones que compusieron y componen nuestras vidas que raro fué quien pudo contener su emoción y no esbozó al menos una lágrima en sus ojos.  Escuchamos a un maestro de la versificación, con los signos evidentes que prácticamente todos los asistentes llevábamos encima de nuestros cuerpos, la edad. Y supo expresarlo de la mejor forma que él sabe, a través de la gran cordura que su mente privilegiada siempre conformó en cada uno de sus versos, a través de canciones que nos transportaron a la historia íntima de cada uno y expresó mucho mejor que nosotros mismos las emociones de nuestro propio estado.

Nuestra primera sorpresa fué vernos en él desde el mismo primer momento de su aparición en escena. Ya no era aquél apuesto joven, de enorme estatura y bien parecido que llegó a esa España de los años 60, cargado de ilusiones, que no pudo expresar lo que llevaba ya entonces en su interior, pues esa España nuestra, la de aquél momento, estaba más necesitada de canciones como «Me lo dijo Pérez», que rellenaban momentos superfluos y faltos de demasiado contenido. Pero él había venido a unirse a fuentes intelectuales como las provenientes de Juan Manuel Serrat, Luis Jack o Víctor Manuel, lo que le dejaba poco espacio para conseguirlo. «Me lo dijo Pérez», o «Guantanamera»  le hicieron famoso, además de ganar lo suficiente como para invertir en él y su propio proyecto. Y triunfó. Se ganó el favor, no de un público, sino de una multitud, que supo valorar en mucho lo que expresaba a través de sus canciones, que dicho sea de paso, nunca fueron políticas, sino como dice en su canción «Para ser un pequeño burgues», hace falta un ligero toque de izquierdas.

Ayer nos deleitó con muchas de sus canciones. Pese a su situación física, nos ofreció una ramillete de canciones, sin posibilidad de descanso, por su estado, pero repletas de las mismas sensaciones que en otro tiempo pudimos sentir. Fueron cien minutos de un concierto inolvidable, en el que reflejó como solo el sabe hacer, las pequeñas cosas que nos emocionan en la vida y el reconocimiento de esos tintes y líneas del estío personal que nos conducen a nuestra propia vejez. No es que haga de menos a las demás, pero especialmente me impregnaron de una nostalgia al mismo tiempo que de una realidad, canciones como «El Abuelo», «Te Llegará una Rosa», «Mi Árbol y Yo», «En Un Rincón del Alma» y de una forma muy especial «La Vejez».

Mi mayor reconocimiento a una persona de las que agradeces haber compartido los años  y los sentimientos durante toda una generación. Ahora su cuerpo marchito refleja el paso de los años en él, al igual que se marcan en el mio, pero lo que nos unió, que fueron sus formas de interpretar la vida, nos hizo amigos, en la distancia, pero amigos aunque él no lo supiera, o quizás sí. Ayer, estando un poquito más cerca de él, pude decirle a través de mis aplausos, lo mucho que le debo y le agradezco, al cumplimentar y colmar las ansías de algo bueno y mejor en nuestras vidas. Solo sé que tras escuchar sus canciones, cuando regresaba a casa, el sabor que dejaron sus canciones, me produjeron una sensación de paz y armonía. Gracias Alberto por toda una vida.

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