La mayoría de las veces, pese a que la estadística diga lo contrario, la ley de Moorphy se confirma y esta vez no podía ser menos. De nuevo al hospital. La pregunta entonces es, «ehhh, porqué?», pues por una simbiosis de circunstancias todas ellas conjugadas por el propio interés de una amabilidad corporativa que hace que nos saltemos los protocolos que funcionan y como consecuencia de ello, pues, a componer lo descompuesto de nuevo.
No diré que siempre sea así, pero existe un dicho que dice, «en el laboratorio, tubo recomendado, tubo roto o estropeado», y esto es lo que pasó. Inicialmente, la intervención que me hicieron, absolutamente bien programada y ejecutada, comienza su periplo post-operatorio, y ahí es donde comenzamos a disponer de cuestiones y situaciones que complican todo, aunque debo reconocer que siempre fueron con el ánimo de conseguir un mejor tratamiento o comodidad para mí en el post-operatorio.
Lo cierto es que para que no pase excesivo tiempo en el hospital, y habiendo ido la intervención tan bien en su ejecución, a las veinticuatro horas, se quita un redón, que había exudado, como es normal, más de 550 cc., lo que siendo aceptable, lo que no parece prudente es retirarlo, sin darle más tiempo, algo así como 24 o 48 horas más. lo cierto es que sin él pasaron esas 72 horas y me encuentro con un alta del hospital, con un «parche» en la pierna, con tres capas de gasas para absorber el posible exudado, con la intención de que pudiera aguantar hasta cuatro días antes de la siguiente cura.
No comentaré los avatares de esa semana, pero lo cierto es que en diez días me encontré de nuevo en urgencias, prácticamente incapaz de mantenerme en pié, debido a las cantidades de exudado que había tenido durante ese tiempo. Me colocaron un VAC, sistema automático para la recolección de exudado y en ocho días más, volvía a urgencias, porque no disponían de depósitos para seguir recogiendo lo que exudaba, y de nuevo al quirófano, con una infección hospitalaria añadida por el camino de las idas y venidas a curas en el hospital.
En resumen, un intervención, una pérdida de aproximadamente dos litros y medio de suero hemático y de nuevo al quirófano.
Y de nuevo a sincronizar el ánimo con una serie de despropósitos en la misma planta y casi habitación en la que pasé el segundo internamiento, donde no pondré en duda la calidad y capacidad de los profesionales, en cada uno de sus estatus, pero donde existe un desorden tal, que al muy poco tiempo de estar aquí, sientes la sensación de dudar si podrás superarlo, no la patología que tienes, sino los desmanes, descontrol, desatinos y des-organización con que se realiza su actividad diaria, pero eso será objeto del próximo capítulo
