Basílica de Nª Sª de la Candelaria

La Basílica​ y Real Santuario Mariano de Nuestra Señora de Candelaria es el primer templo mariano del Archipiélago Canario.​ Está situada a 20 kilómetros al sur de la capital de la isla, Santa Cruz de Tenerife, en el municipio de Candelaria.

IMG_0080_InPixio
IMG_0030_InPixio
IMG_0036-1_InPixio
IMG_0051_InPixio
IMG_0042_InPixio
IMG_0067_InPixio
IMG_0043_InPixio
IMG_0040_InPixio
IMG_0045_InPixio
IMG_0048_InPixio
IMG_0078_InPixio
IMG_0052_InPixio
IMG_0055_InPixio
IMG_0057_InPixio
IMG_0056_InPixio
IMG_0094_InPixio
IMG_0100_InPixio
previous arrow
next arrow
Shadow

La basílica está consagrada a Nuestra Señora la Virgen de la Candelaria (Patrona de las Islas Canarias) cuya imagen original fue hallada en 1390 por dos pastores aborígenes guanches, dentro de la cueva de Achbinico, situada al costado de la Basílica y que ha sido rehabilitada recientemente. En su interior encontraremos una imagen de la Virgen en la gruta y a un costado, la imagen de San Blás, bajo quien está su advocación.

La Basílica de Candelaria tiene la categoría de Bien de Interés Cultural y es obra del arquitecto José Enrique Marrero Regalado, de estilo neoclásico, y en ella podemos destacar la altura que su campanario, de 45 metros, que la hace referente a los barcos que atraviesan el canal interinsular con Gran Canaria.

A su costado marítimo encontramos el Convento de Nuestra Señora de la Candelaria, residencia de la Orden de los Padres Predicadores Dominicos, orden religiosa encargada del mantenimiento del santuario.

En el lateral izquierdo de la basílica, encontramos una enorme plaza, donde se celebran todos los festejos y franqueando la misma, en su lado marítimo, apreciamos las estatuas representativas de los nueve menceyes de Tenerife, jefes étnicos guanches anteriores a la conquista castellana y que tantos quebraderos de cabeza les procuraron por su terquedad a ser conquistados, a diferencia del comportamiento de los menceyes de la otra isla principal de las canarias, Gran Canaria, donde Guanarteme se puso al servicio de los castellanos, prácticamente desde su llegada..

Además de la imagen de la Virgen, en el interior de la Basílica podemos apreciar también, una serie de pinturas murales, dedicadas a escenas de milagros de la Virgen, o representativas de su magnificencia. Son obra José Aguiar García y representan escenas con San José de Anchieta, Santo Hermano Pedro, la multiplicación de los panes y los peces, o la apoteosis de la Última Cena.

A la derecha de la entrada frontal, situada en la plaza del antiguo Ayuntamiento, encontraremos la popularmente llamada «Sala de las Velas» o «Sala de las Ofrendas» pues en ella se encuentra la imagen de la Virgen, obra de Emilio Bordanova, del siglo XIX, y que es el lugar en donde los peregrinos depositan sus ofrendas pecuniarias y flores

Debo hacer notar, que la imagen actual no es la original ya que en el año 1826, el 7 de noviembre, una enorme tormenta generó una riada de tal magnitud, que provocó su desaparición, lo que hizo que en 1827 las fiestas onomásticas debieran realizarse sin la imagen de la Virgen, y en su sustitución se utilizó el óleo que tenían en el interior del convento los Hermanos Dominicos y que actualmente es el óleo que se puede disfrutar en la capilla de las velas o sala de las ofrendas.

Pocos años antes de su muerte, los padres dominicos encargaron a Fernando Estévez, un afamado escultor natural de la Orotava, la elaboración de una nueva talla, ya que estaba considerado como el mejor imaginero de la isla, y así lo hizo, aunque aportó cualidades ligeramente distintas a las que el pueblo tenía en sus expectativas en aquel momento, lo que confundió y provocó discrepancias entre los que siguen reconociendo al oleo de la sala de las ofrendas, como más ortodoxa y fiel al original, frente a los que admiten la que preside la Basílica como su representación más acertada, aunque hay que decir que esta también difiere de la que Fernando Estevez esculpió, pues al estar hecha en madera, se apolilló y debió reconstruirse la parte del cuerpo, generando al realizarlo una desproporción con la cabeza, que hizo que los padres dominicos decidieran resolverlo en base a vestir la imagen con mantos y griñón, tal como la vemos hoy día.

Justo al final de ese pasillo lateral derecho, al costado de la entrada a la Sacristía, encontraremos la Capilla del Sagrario, en donde destaca una pintura mural titulada «Apoteosis de la Eucaristía» que representa la Última Cena de Jesús con sus apóstoles. Es obra de José Aguiar.

Justo entre la Capilla del Sagrario y la Capilla de Velas, se encuentra la Capilla del Santísimo Cristo de la Reconciliación, obra que el escultor sevillano Ricardo Rivera Martínez realizó en 1936 y que se reconoce como el Cristo de la Reconciliación, denominado así por encontrarse en la Capilla de las Confesiones, por ser ahí donde se hallan los confesionarios y hay que decir que, la confesión, según la Iglesia Católica, es una Reconciliación con Dios.

La Basílica, en definitiva, sigue siendo un lugar de peregrinación Mariana, con muchas plegarias contenidas en su interior y una devoción que aúna a todos los canarios, no tan solo los de estas siete islas, sono a todos aquellos que en la lejanía a través de los mares la llevan en su corazón.

A la sazón, la Virgen de la Candelaria, forma parte de ese grupo de vírgenes negras, que la historia ha relacionado con su aspecto milagroso y el Temple, aunque todos los estudios indican que la imagen original representaba la imagen de una mujer blanca, de cabellos largos y rubios, que cubrían sus hombros, pero que a fuerza de tratarla para su protección con aceites de nuez y los depósitos del humo de las velas que permanentemente la acompañaban, la hizo adquirir ese aspecto moreno.

Historia de la aparición

En realidad no existe acuerdo sobre el año de aparición de la Virgen de la Candelaria, ya que se produce casi un siglo antes de la conquista de la isla por los españoles, pero basándose en los escritos de Fray Alonso de Espinosa realiza en 1594, podemos acertar si se entiende que esta fecha podría estar entre 1390 y 1400. En todo caso, en lo que está prácticamente todo el mundo de acuerdo es en que se trata de la primera aparición mariana en el archipiélago canario.

Según la historia referida por Fray Alonso, iban dos pastores guanches trabajando su rebaño, en labores de encierro para pasar la noche, dirigiendo el ganado hacia las gruta cueva del final del barranco de Chimisay, cuando apreciaron que el ganado se arremolinaba y se negaba a entrar a la cueva, sin un motivo aparente.

Uno de ellos se acercó y pudo ver la presencia de una mujer sobre una de las peñas interiores. Como en la cultura guanche, los hombres no podían tener contacto físico o verbal con las mujeres, recordemos que la población guanche tenía un marcado estilo matriarcal con poliandria, comenzó a gesticular abiertamente, con la intención de que dicha mujer se retirara con el fín de dejan pasar al ganado. Al no haber respuesta alguna a sus gestos, procedió a prender una pequeña piedra con intención de proyectarla sobre la mujer, pero cual fué su sorpresa, cuando observó que el brazo, una vez en alto, se le quedó congelado en el movimiento, sin poder realizar acción alguna.

Al ver esto, el otro pastor intentó salir en defensa de su compañero, esgrimiendo su cuchillo con intención amenazadora de herir a la señora, y con el mismo gesto que amenazaba consiguió herirse él mismo. Asustados por tal motivo, el uno herido y el otro con el brazo yerto, huyeron despavoridos hasta llegar sin aliento a Chingaro, donde se encontraba la cueva del mencey Acaymo, contándole todo lo sucedido.

Acaymo, decidió ir él mismo, acompañado de sus consejeros, hasta la señora, pero esta no respondía ante ninguna de las preguntas y vituperios que este le enviaba, sin atrverse a tocarla, ni él, ni ninguno de sus acompañantes. Sin entender mucho la situación, el mencey decidió que fueran los pastores que inicialmente la habían visto, y que seguían heridos, quienes la recogieran, ante la inmovilidad de la misma, y la llevasen a la cueva-palacio.

Cuando se acercaron hasta ella y la tocaron para cumplir la orden del mencey, quedaron sanados de inmediato. El mencey comprendió de inmediato que aquella mujer con un niño en los brazos era algo sobrenatural, retirando a los pastores y siendo él quien asumió la encomienda de llevarla hasta su cueva-palacio, y con solo su esfuerzo, comenzó el ascenso, pero sucedió que después de un pequeño trecho recorrido, el mencey quedó exhausto y necesitó pedir socorro. En ese lugar, plantó una cruz, y en él se construyó posteriormente el Santuario o Monasterio de Nuestra Señora del Socorro. Al final consiguió llevarla hasta una cueva cerca de su cueva-palacio y allí permaneció durante un tiempo, hasta que un día, Antón Guanche un esclavo huido de su esclavitud de los castellanos, y que consiguió despues de muchas peripecias, alcanzar de nuevo su isla y su pueblo, al verla, reconoció en la imagen milagrosa a la Virgen María, pues en su esclavitud había sido bautizado.

De inmediato le comunicó al mencey y a su corte, tanto su fé cristiana, como el origen de la imagen que mantenían en la cueva, y por ello la reconocieron como “la Madre del Sustentador de Cielo y Tierra”, en guanche: “Achmayex Guayaxerax Achoron” o con el término “Chaxiraxi” (“la que carga o sostiene el firmamento”).

De inmediato la devolvieron a la cueva de Achbinico (detrás de la actual Basílica de Candelaria), para que fuera motivo y objeto de veneración pública.

Himno de la Virgen de Candelaria

Al menos todos los festivos, tras la celebración eucarística, no salen los fieles de la Basílica sin antes entonar el cántico que es considerado por muchos el himno de la Virgen de Candelaria, que compuso el canónigo Manuel Díaz Pacheco, cuyo blasón se encuentra en el ápice de la cúpula central de la Basílica y que dice así

(estribillo)
Salve, salve, Virgen morenita,
dulce madre del divino amor,
clara estrella de esperanza nuestra,
luz que irradia del eterno sol.

De Canarias la Patrona excelsa
nuestras islas con fervor te aclaman,
y admirando tu piadoso influjo,
Madre y Reina con amor te llaman.
(estribillo)

Tu candela nos alumbra y guía
por la senda de la fe más alta,
como un faro que señala al mundo
los caminos de la Eterna Patria.
(estribillo)

Templo abierto diéronte las cumbres
y de arena bello ser la playa,
blanco perla tu dosel las nubes
y su arrullo las marinas aguas.
(estribillo)

Candelaria, pueblo venturoso,
relicario de tu imagen santa,
horno y centro del amor isleño,
cuna y fuente de la fe canaria.
(estribillo).

Entradas relacionadas