Son esas pequeñas cosas que se crean y conjugan en un momento por todos los componentes y artífices de la naturaleza los que consiguen componer una situación que te hace sentir que te ha hecho responsable de algo que esta sucediendo y que solo la mano humana puede darle solución.
Últimamente los días no resultan muy propicios para poder disfrutar de la navegación costera, pues no acompañaba el tiempo. Esta mañana, la mar estaba en calma, el viento flojo y la tentación era algo que hacía inevitable una salida para disfrutar de la mar, después de tantos días sin poder hacerlo, o lo que es lo mismo, primera conjunción.
Como siempre que salgo a navegar en estas condiciones, rondo la costa de Candelaria hacia Santa Cruz o el Porís, en busca de poder divisar los preciados delfines, que a esa hora de poco más de medio día, suelen volver de su comida y la postpandria convierte a los mas pequeños en un lujo para la vista por su juguetón comportamiento, pero en esta ocasión no sucedió así, tan solo se divisaba a lo lejos un alcotán, que si bien no dejaba duda a que lo era, si me sorprendió componía una figura poco natural. Estaba de pié, sobre las aguas.
Sí, como suena, de pié sobre las aguas y eso naturalmente fué la causa de que dirigiera mi proa hacia él con la intención de averiguar el porqué de tan llamativa imagen. Segunda conjunción.
Sentí en ese momento que una llamada de la misma Yemaya me incitaba a resolver el dilema, cuando a una distancia de unos cincuenta metros, comprendí claramente lo que estaba sucediendo, el alcotán se estaba sustentado, no sobre las aguas, sino sobre el caparazón de una tortuga que permanecía completamente quieta, lo que me hizo pensar en un primer momento, que podría encontrarse muerta. Tercera conjunción.
El ruido de mi embarcación y la aproximación hacia el lugar hizo que el alcotán izara el vuelo alejándose del lugar, pero la tortuga permanecía completamente quieta, con una masa realmente enorme de material plástico, que cuando me acerqué completaron mis sospechas, era una red completa de pesca, enroscada sobre si misma formando una gran pelota, con una tortuga en uno de sus laterales, completamente introducida dentro de la red, que si bien impedía cualquier movimiento de su cascarón, lo que por otro lado daba explicación al porqué de la posición del alcotán, de cerca, muy de cerca, podía dejar ver que con sus patas-aletas delanteras, con prácticamente ninguna posibilidad de movimiento, por el impedimento de la red enrollada, dejaba ver que su cabeza permanecía en una linea de flotación suficiente como para poder seguir respirando, lo que la mantenía viva, pero con muchos signos de cansancio pues los aleteos eran muy dubitativos.
Lo cierto es que no se divisaba a ninguna otra embarcación en al menos 3 millas a la redonda, por lo que mi impresión de ese momento fué de emoción por que la conjunción de situaciones me hacía a mí responsable de las posibles actuaciones, de impresión por lo comprometido de la situación ante la posibilidad de que la extensión de los tentáculos de la red anudada pudiera afectar a mi propia embarcación, enredándose en las hélices, preocupación por tener serias dudas sobre mi propia capacidad física para resolver la situación y de serenidad, finalmente, para tomar las decisiones adecuadas. Llamé a Salvamento Marítimo y tras conversación con ellos, llegamos a la conclusión de que no resultaba fácil enviarme ayuda, por lo que lo mejor era que intentase poder subir a bordo a la tortuga y llevarla a puerto.

Entendí que lo primero era asegurarme de que la tortuga pudiera tener una posición lo suficientemente erguida sobre las aguas como para asegurar su respiración. Lo segundo era asegurarme de que la red enrollada no afectara a mis hélices. La tercera intentar conseguir ayuda. Y dicho y hecho, me puse a ello y me enfrenté al primer problema, como alcanzar la tortuga desde cubierta, pero por el costado, para asegurarme de que no me viera afectado. Con uno de los bicheros, conseguí atrapar la bola de red, mientras con el otro iba rotando la bola, para dejar mas cerca la zona en la que se encontraba la tortuga. Una vez conseguido, lo difícil fue, conseguir con mis solas fuerzas, subir cualquier parte de la capa externa de la red, para poder asegurarla en una bita. Ciertamente fué la parte mas compleja, pues recordando la frase del gran Arquímedes de Siracusa ,»dadme un punto de apoyo y moveré el mundo», y entendí que si conseguía enganchar parte de la red, el resto daría menos problemas. Tardé unos cuantos minutos hasta que conseguí hacerlo, aunque la tortuga seguía dentro del agua, pero al conseguir que la fuerza total del peso de la red enrollada dependiera de la bita del barco, me daba la posibilidad de volver a utilizar los dos bicheros para dedicarlos a cazarla de forma más contundente. A partir de ahí, construyendo una especie de polea, a través de un de los tubos de cubierta, conseguí elevarla y colocarla sobre el pasamanos de la embarcación.

Una vez, pude liberarla, la siguiente opción era subir la red, y me puse a ello, pero el propio cansancio y el aumento del peso de la parte que iba sacando del agua, que hacían escorar el barco de forma peligrosa, junto a que en uno de los intento, se soltó la parte que tenía sujeta ya en la cornamusa y casi me arrastra tras de ella, hizo que desistiera de poder subirla. En contacto con Seguridad Marítima, dejé constancia de la situación donde quedaba con un pam,pam… y comencé el retorno a puerto, con la tortuga, donde el Centro de Recuperación Marino del Gobierno de Canarias, la recogió a través de la motora de Cruz Roja.
Toda una operación, que, cuando termina, te deja ese sabor agridulce de pensar si se habrá hecho todo lo mejor posible, pero en el fondo aparece primero la satisfacción de una misión que la naturaleza ha puesto ante ti y se ha resuelto de forma satisfactoria.
Por cierto, al parecer era tortuga reincidente ya que le faltaba la pata-aleta trasera izquierda y no había sido en esta ocasión, ya que estaba perfectamente cicatrizada de forma muy probable en el Centro de Recuperación Marina. A veces, según parece, las tortugas son como los gatos y deben tener siete vidas…
